en la variopinta jungla de la tele cohabitan y funcionan personajes diversos, cada uno con su función y papel determinado para que el sistema coral, que eso es la tele, funcione con precisión de relojero suizo. En el mundo de la farándula televisual, los presentadores tienen papel destacado en el éxito y funcionamiento de un producto que basado, por ejemplo, en la competición, concurso y a ver quién gana, se guía por las indicaciones, comentarios y aportaciones del presentador/a de turno.

En el jurado animador de MasterChef, provisionalmente sin presentadora en vísperas de gozosa maternidad, Pepe Rodríguez ha asumido el papel de conducir la nave a buen puerto, cosa que efectivamente ha comenzado a hacer con su estilo de recio castellano, sutil satiricón del programa, en el que se mueve como pez en el agua.

Pepe es un excelente cocinero, profesional como la copa de un pino, y aficionado creciente a esto de lo tele, con trucos y elaborada cocina mediática. Pepe se está impregnando de tele y lo mismo sirve para un roto que para un descosido, soporta igual de cauteloso una entrevista con José Corbacho en la noche de Robert, que interviene en una pieza para un magazine de La 1. Con soltura, sin sal gorda, salpimentando en el momento oportuno, Pepe es ya un personaje notorio y notable de la tele.

El poder iluminador de este medio, cuando expone a un personaje a la notoriedad social, se ha visto reflejado tanto ayer, con un pulpo adivinador, como hoy con una cabra capaz de adivinar el ganador de la Champions.

Es el poder de notoriedad televisiva, capaz de sacar del anonimato a personajes cotidianos con poco brillo. Pulpo Paul, Cabra Pilusi, marmota dormilona, cocinero avispado, presentador con clase, todo lo que cae bajo el foco mediático se convierte en elemento social reconocible y reconocido en el circo gigante del entretenimiento global.