La apuesta de TVE por El paisano para la noche de los viernes fue razonablemente atrevida. Y no lo digo esta semana que emitieron el programa grabado en Burgui, si no porque este formato ya viene muy trabajado sobre todo en las televisiones autonómicas. En Navarra Televisión El Tiramillas de Paula Fernández es todo un clásico que lleva una década larga; lo mismo ocurre si miramos a TV3 que a eso le llaman El Forester, o en ETB1 que cada semana nos acerca a una pequeña población en su Herri Txiki, infernu Handi. Así en todas y cada una de las televisiones regionales que apuestan por hacer televisión yendo pueblo a pueblo, como en su momento lo hizo Labordeta acompañado de su mochila. El atrevimiento de El Paisano es sobre todo por creer que este tipo de divertimento puede pelear con las naves del entretenimiento televisivo actual, por más que el remate final del programa esté de moda: un monólogo de su presentador y protagonista, Pablo Chiapella, un personaje que todos conocen simplemente como Amador Rivas de La que se avecina, al que, como al personaje del Show de Truman, apenas le han dejado escaparse unos días fuera de la serie. Pero si alguien brilla con luz propia en el mundo del entretenimiento televisivo, este es Carlos Sobera. El pasado viernes ocupó él solito, el prime time con dos programas a la vez: First dates en Cuatro y Volverte a ver en Telecinco (un paréntesis antes de que el canal siguiera emitiendo Supervivientes durante horas y horas). No hace falta decir que Carlos Sobera es uno de los grandes de la tele, pero esta superexposición lo más probable es que acabe hastiando al espectador que puede sentirse atrapado en un bucle del que no sepa salir ni manejando con habilidad el mando a distancia. Porque cuando uno decide cambiar de una cadena a otra y no lo consigue porque en todas aparece Sobera, lo más fácil es que se mosquee y le dé por arrancar la pantalla a la fuerza mientras arquea las cejas de aquella sobera manera.