Los informativos de televisión de ayer se debatieron entre hablar de Mobile World Congress de Barcelona en plan tecnológico abundando en el 5K o darle caña al supuesto de ¿qué pasaría si los organizadores decidieran trasladarlo a otra ciudad del mundo? En este cainismo informativo vale todo. Pero ya me dirás qué tiene que ver la tecnología con los agravios al rey y viceversa con los que abrieron ayer los telediarios. Si lo miramos con perspectiva, apenas lleva doce años en Barcelona: la primera edición del MWC fue en el año 2006 y ha sido en esta ciudad mediterránea donde ha ido creciendo. Digamos que se han estado retroalimentando hasta hoy. Y este crecimiento mutuo es el que ha conseguido la importancia económica que se calcula en 4.400 millones de euros sea por esa suma, al igual que los 115.000 trabajos a tiempo parcial que ha creado en estos años. Nadie ha sacado la calculadora para conocer cuántos millones lleva creando Arco en Madrid y los cientos o miles de puestos de trabajo que hubiera generado en otro lado. Y eso que la noticia de la retirada de una de sus obras por presiones políticas ha recorrido el mundo llenando de bochorno una feria consolidada. Los que conocemos un poco Arco hemos sido testigos de obras que generan polémicas enriquecedoras. Autores que han creado sin pensar en si va a molestar al poder o no. Si el arte se hubiera guiado históricamente por ese parámetro, todavía seguiríamos en los tiempos del homo eskultur como define el creador Jose Mª Mínguez a los primeros humanos que intentaron la creación a limpia hostia con el sílex. Puede que alguien piense que la tecnología no siempre tiene que ver con el arte: una cosa es Arco y otra la feria de los móviles de Barcelona cuyo nombre en inglés ya la delata. La pereza llega por ese espíritu revanchista que se ha instalado en los medios para perjudicar en lo posible a Cataluña. Que en vez de aporrear el sílex, dan ganas de lanzarlo contra las pantallas de la tele.
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