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Series de éxito y vacío democrático

el mosaico de programas que conforman la oferta de cada cadena de tele, sea generalista, temática o de pago trata de satisfacer las variables y diversas apetencias de públicos exigentes, extraños o peculiares que dedican tres horas largas de cada día a la práctica del sillónball frente a la pantalla, en un ejercicio de sedentarismo poco beneficioso para la salud de arterias y venas. Los programadores de televisión escudriñan entre los modelos de programas para acertar con las apetencias de la audiencia y así salvar su pandero de los avatares agitados en la gestión de las teles modernas, que se come a los responsables mediáticos con voracidad de Saturno, devorando a su hijos en cuanto la audiencia no rebasa la media de la cadena o se pierde en los infiernos del rechazo consumista. Las series son productos audiovisuales de reconocida eficacia a la hora de programar y así de origen foráneo o nacional, invaden las parrillas; en EEUU se ponen en antena del orden de 500 series anuales en clara demostración del éxito del formato en la cuna de la tele. De variada temática, desde historias de zombies alarmantes hasta galácticas aventuras, pasando por guiones policiacos, sanitarios, sociales y ciudadanos, las series deben de estar presente en la oferta actual de TV. Cambiando de asunto, lamentamos la desaparición de dos cabeceras, Interviú y Tiempo, del Grupo Zeta, aquel emporio que pusiera en marcha el editor Asensio, que alcanzó su culmen con la entrada en Antena 3 y que ahora naufraga en un mar de millonarias deudas que pondrá en la calle a trabajadores en masa. Malos tiempos para la lírica de empresas de comunicación de papel, que siguen sufriendo zarpazos de bajada de consumo y demanda publicitaria. El Grupo Zeta nacido al amparo de la libertad de expresión e información (1976), se desmorona y con ello la democracia sufre una pérdida importante en la concurrencia de medios que alimenta la opinión pública democrática.