En la pantalla de la televisión de la sociedad el western diario que nadie mira pero que siempre alguno protesta cuando se intenta cambiar. Eufórico el biarrota Hiruntchiverry, al borde de la depresión el baionarra Labarthe, ambos están emplatando las ostras, los foies y los quesos que han aportado a la afari-merienda.

-La selección española se nutre en gran parte y en puestos esenciales de jugadores franceses habitualmente- comenta Galtzagorri-.

-De jugadores -dice Murray, sentado de cara al televisor-, que juegan en las competiciones francesas, más o menos oriundos, que llegan a la internacionalidad mediante estas convocatorias que los sucesivos seleccionadores, con alguna excepción, han venido haciendo.

-También se repesca a emigrantes a esas ligas- matiza Galtzagorri.

-Este trasiego de jugadores es muy frecuente en el rugby, donde solo unos pocos países tienen profesionalismo de nivel y atraen a los mejores para sus competiciones por un lado- añade el Marqués de Altamira, otro que no está nada alegre-, y, por otro, los descendientes de quienes migraron y que se han criado en el rugby de sus países de acogida. Estos descendientes pueden querer recuperar sus raíces jugando por la selección de sus ancestros.

-Luego están los que nacionaliza el dinero -Murray añade sin apartar su vista del film-, pero al fondo hay una migración económica.

-Desde que el primer homo sapiens- el Barón de la Florida interviene-, salió de África, los derivados saltaron de tierra a tierra por lo mismo, todos los movimientos masivos de la especie han sido migraciones económicas como la colonización de América, la conquista del Oeste? y los de los británicos llevando el balón oval a donde emigraban.

-Sí, todo es un eterno vaivén -Galtzagorri distribuye las ostras-, pero? ¿Aparte de la selección española, nuestro rugby saca algún provecho de estos retornos esporádicos?