las aguas del grupo Prisa andan movidas y turbulentas y amenazan con llevarse por delante la figura y poder de quien fue creador de un modo de periodismo con El País como buque insignia de una flota que en un momento del pasado amenazó con dirigir la política, economía y cultura de un país transitando por la transición de una sociedad del franquismo a una sociedad de la libertad. Juan Luis Cebrián tiene los días contados al frente de un grupo mediático cercado por las deudas, desorientado en línea editorial e incapaz de frenar la sangría de lectores que va mermando. Tiempos hubo en los que Polanco/Cebrián, dos señoritos del periodismo coetáneo decidían líneas de actuación política, quitaban y ponían responsables de lo público y creaban un estilo de prensa, país y sociedad. Desde 1976, el diario de Polanco/Cebrián se constituyó en medio necesario para saber y entender el estado democrático con influencia tan grande que llegó a decirse que o se publica en El País o no existe, en generosa exageración que explica algo del poder mediático de tal cabecera. El grupo, al amparo de la editorial Santillana, creció de forma desproporcionada en el deseo de crear un grupo mediático que abarcara todos los sistemas de comunicación y así compró la Cadena Ser, se metió en la jungla de las plataformas televisivas de pago, expandió publicaciones variadas e internacionalizó propiedades y empresas fundamentalmente en Hispanoamérica. Este gigantismo fue complicando la cuenta de resultados y la creciente deuda fue agrandándose. La entrada de accionistas preocupados por las cifras y dinero, obligó a planes de reducción del tinglado que ahora va a provocar la salida de un icono del periodismo, Juan Luis Cebrián, quien ha perdido confianza de parte de los actuales dueños y por ello abandonará el puente de mando, retirado así a una presidencia de oropel.
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