Una de las cosas que mejor hago es tomar ajo y limón de vez en cuando. Con el ajo dicen que se cuida el corazón y con el limón, otras enfermedades que no me atrevo a mentar no sea que alguien me haga caso. Hace unos días, Javier Cárdenas -al al que no solo le han renovado en TVE durante una temporada más a pesar de no alcanzar en todo el año el mínimo de audiencia que le exigía la cadena sino que, además, ahora le van a dar en agradecimiento a sus escasos resultados un nuevo concurso- advirtió de que se debía tener ojo con la vacunas, porque son causa de autismo en nuestros niños y niñas. Los profesionales de los medios de comunicación tenemos la responsabilidad de no faltar a la verdad ni en broma. Podemos decir que Cárdenas es una copia de Javier Sardá pero veinte años después y eso es una impresión que se acerca bastante certeramente a la realidad. Podemos decir que su programa Hora Punta hace pequeñas trampas, como dividirlo en dos para luego dar el mejor de los datos de audiencia, y tampoco faltaríamos a la verdad. Si dijéramos que ver Hora punta disminuye las erecciones masculinas e inhibe los orgasmos femeninos posiblemente estaríamos mintiendo o inventándonos un análisis médico. O no. Simplemente, trasladaríamos hacia los lectores una impresión subjetiva. Pero decir que las vacunas provocan autismo es como asegurar que ver a Matías Prats potencia la voz e incrementa el tamaño de la sonrisa y acelera las ganas de dormir la siesta. Una aparente verdad puñeteramente (usando el adjetivo de Javier Sardá) falsa. Vale, podemos asegurar que esta columna produce urticaria a determinadas cadenas que pocas veces salen bien paradas entre estas líneas de esta emisión imposible que supone hablar casi a diario de la tele y de sus protagonistas. Con todo, algo sí que tengo comprobado y es que ni con paracetamol, aspirina o ibuprofeno me quitan las ganas de cambiar Hora punta apenas me dejan el mando. Debe ser esa mi vacuna.