a quien comienza a estorbar en la tele, los guionistas le dan el paseíllo. Es lo que le ha pasado a Miguel Alcántara en la serie Cuéntame cómo pasó. Sobraba en las tramas porque a quienes las escribían les habían pedido que se centraran en los personajes más jóvenes. Tampoco ser joven te asegura el trabajo en televisión. Decía esta semana Elena Rivera, la Karina de esta serie de la que hablamos, que lo que abundan son los papeles de protagonista masculinos; que en la ficción las mujeres nunca tienen la importancia que ofrecen a los hombres. Y ojo que esta sí que es una forma de discriminación dañina porque suele pasar desapercibida. Esta semana La Sexta ha estrenado La isla, un producto raro, por decir algo y que me entiendan. No es un concurso pero cuenta con catorce concursantes. Dicen que su único objetivo es el de sobrevivir. No creo que si no fueran capaces de hacerlo, los dejen morir de inanición. Eso sí que sería escribir un final agónico. Pero la realidad es que este tipo de productos televisivos de supervivencia, les ocurre como a los niños ricos: por más hambre que puedan pasar nunca les faltará lo imprescindible: algo que no todos los niños del mundo tienen asegurado a estas alturas. En La isla, todos los concursantes son hombres. No hay cupos ni nada. Dicen que las normas del concurso de Channel 4 obligan a que todos los participantes sean hombres. Desde La Sexta dicen que ellos solo cumplen con las exigencias legales que les han puesto. La cuestión es por qué esta cadena acepta un programa de estas características cuyo protagonismo está vetado a las mujeres. Supongo que en el caso en el de que este programa, concurso o lo que sea tenga éxito, será a costa de que las mujeres no se mosqueen; lo vean y comprueben que nada de lo que hacen esos hombres elegidos les asustaría. Aunque puede que esta marginación no sea para rasgarse las vestiduras, al fin y al cabo con el fútbol y otros deportes pasa lo mismo y casi nadie lo nota.