Las relaciones profesionales entre periodistas y personajes de actualidad no siempre son sencillas, fluidas y cordiales, y para ilustrar esta afirmación podemos repasar las crónicas de la última semana y contemplar con un cierto sonrojo los dos sucesos acaecidos entre periodistas en el ejercicio de su profesión y dos ídolos del deporte rey como son Luis Enrique, flamante entrenador del Barça en apuros futbolísticos, y Maradona, par de sobrados del espectáculo deportivo que se creen a la altura de los dioses, cuando son simples mortales endurecidos en el complicado bregar con periodistas más o menos afortunados en el ejercicio profesional del esperar y preguntar, paparazzis aguerridos capaces de aguantar fríos siberianos, calores saharianos o inclemencias varias con tal de sacar migajas informativas después de una cena, celebración familiar o guateque festero.

Todo por llevarse a cámara y micrófono un trocito de testimonio que ilustre una y cien veces la pieza informativa, y que a veces resulta ejercicio de alto riesgo para la seguridad e integridad de los reporteros. Luis Enrique se encampanó con un periodista catalán al que estuvo a punto de agredir para recordarle cómo hay que hacer preguntas en circunstancias duras y maduras que por cierto, el asturiano no respetaba, mientras que el argentino amenazó con un par de violentas yoyas y romperle la cara al periodista que se atrevió a turbar la intimidad familiar en el caso de Maradona y, Luis Enrique en tensa rueda de prensa no supo dominar la presión de un escenario deportivo negro, negro, negro, y naufragó en su ira deportiva y despreciable.

Dos personajillos sobrepasados por la presión informativa y ejemplos claros de situaciones descontroladas, donde ídolos de masas deportivas se comportan como figurillas barriobajeras prestas a la pelea y agresión física y mental.