en la gran sala de aparatos del polideportivo a primeras horas de la mañana, esforzados ciclistas pedalean intensamente si avanzar un solo metro. La conversación entrecortada, más entrecortada que la respiración de alguno de ellos, se superpone a la música ambiente de grandes éxitos intemporales que todos han olvidado.

- “Me han dicho que han visto al Kabra en Lasarte” -Jon Galtzagorri informa al pelotón variopinto-.

-“Pero ¿no vivía en Tonga, donde había naufragado?” - dice Murray embutido en un chándal verdaderamente intemporal porque ya ha cumplido las bodas de plata con él desde las rebajas en que lo adquirió-. “Habrá venido a reforzar a los Beltzak quizá”.

- “No creo que Kabra esté a estas alturas de la película para reforzar a nadie, su vida de rugbier le había pasado muchas facturas la última vez que nos visitó” - Galtzagorri comenta, él enfundado en ropa deportiva de esa en la que la marca salta a la vista hasta causar lesiones oculares- “Pero los Beltzak creo que no existen, deben estar tan desaparecidos como los Belarrimotzak de Rentería sumidos en la anarquía del rugby no federado”.

- “No señor, los Beltzak de Lasarte siguen vivos y haciendo rugby” - el Barón de La Florida que lleva su atuendo favorito, ése por el que también se le conoce como La Pantera Rosa, pone al día al personal-, “mantienen una escuela dominical de rugby y aprovechan también el campo de Michelin -pronunciado mishelen por el Barón-, “para jugar los mayores entre semana y llevar al rugby a chavales y chavalas del pueblo”.

- “ O sea que también hay apóstoles del balón oval en Lasarte-Oria” -concluye Galtzagorri.