la vida está llena de contradicciones. La adquisición de Papresa, la papelera de Errenteria líder en la fabricación de papel prensa en el sur de Europa, por parte del potente fondo de capital riesgo estadounidense Kohlberg Kravis Roberts (KKR), tras el acuerdo de refinanciación con la banca acreedora alcanzado con su antiguo propietario, el Grupo Alfonso Gallardo, ha vuelto a constatar la importancia que tiene que la capacidad de decisión de nuestras empresas esté aquí, donde se genera riqueza, valor y empleo.
En siete años Papresa ha pasado de pertenecer a un grupo extremeño, cuya actividad principal está centrada en la siderurgia y que en 2012 tenía una deuda reconocida de más 1.500 millones de euros, a un fondo de capital riesgo estadounidense que, con toda probabilidad, la venderá al mejor postor que se presente, tras generar las correspondientes plusvalías de la operación que acaba de cerrar en la financiación de una corporación que en los últimos años se ha caracterizado por el cierre de plantas y el despido de sus trabajadores.
Los cierres de Corrugados Azpeitia y Corrugados Lasao, pertenecientes al Grupo Alfonso Gallardo, son el claro resultado cuando la capacidad de decisión y la gestión de las empresas se hace a 800 kilómetros de distancia. En el caso de KKR parece que esa distancia se ha multiplicado de manera importante.
Con la compra por parte de KKR, los trabajadores de Papresa, que, prácticamente, se han enterado por los periódicos de que tienen un nuevo dueño, han ganado en el cambio en una cuestión importante, sobre todo, en estos momentos, que es tener la certidumbre de que, al menos, en el corto y medio plazo la empresa va a continuar. Hasta ahora el horizonte está marcado por la incógnita de pertenecer a un grupo fuertemente endeudado y donde la fabricación de papel prensa no parecía que era una de sus preocupaciones principales.
Por eso los trabajadores de Papresa están ahora un poco más tranquilos de lo que se encontraban con Gallardo, lo que no quiere decir que hayan abandonado su preocupación por la situación en la que se encuentran los medios de comunicación y, fundamentalmente, la prensa, ya que si los ciudadanos no compran periódicos no solamente están incidiendo en un sector importante en el discurrir de la sociedad y del sistema democrático, sino también pone en peligro la sostenibilidad de los fabricantes de papel, como es el caso de la empresa de Errenteria.
El caso de Papresa ha vuelto a poner sobre el tapete una dinámica que se está repitiendo con demasiada frecuencia en Gipuzkoa que es la ausencia de nuevas inversiones en sectores productivas y el aterrizaje de fondos de inversión y de capital riesgo de una manera directa, en el caso de ejemplos recientes en sectores estratégicos, o de forma indirecta o por carambola, como el de la antigua Papelera Española.
Estoy seguro que KKR no había oído hablar de Papresa y de Euskadi, hasta que el BBVA, principal banco acreedor del importante pasivo que arrastra Gallardo, puso encima de la mesa este activo como condición para reordenar la deuda, teniendo en cuenta que la papelera de Errenteria era un negocio atípico para el grupo extremeño.
Hay que tener en cuenta que en el año 2007, en la plenitud de los años de bonanza, Gallardo compró Papresa poniendo encima de la mesa 200 millones de euros y el compromiso de otros 100 millones para inversiones que eran necesarias para asegurar la competitividad de la empresa en el futuro, entre ellas, l a planta de cogeneración. En aquel entonces el Grupo Gallardo, que tenía unas magníficas relaciones con el PSOE, era el propietario de tres periódicos en Sevilla, Jaén y Huelva y para ello contaba también con la inestimable colaboración del BBVA.
Personas cercanas a Papresa que participaron en 2007 en la negociación de la venta de la papelera a Gallardo me han reconocido que, en aquel momento, el grupo extremeño . demostraba una gran solidez financiera, hasta el punto de diversificarse y entrar en sectores desconocidos hasta entones.
Hay que recordar que la operación se hizo cuando todavía no había explotado la burbuja inmobiliaria, de la que Gallardo fue un protagonista importante, al ser uno de los principales proveedores de acero corrugado y perfiles para promotores y constructores que se encontraba en plena actividad.
Las relaciones políticas y financieras llevaron a Alfonso Gallardo, un chatarrero que comenzó comprando y vendiendo hierro en la localidad pacense de Ejea de los Caballleros, a construir todo un imperio con fábricas en Extremadura, Alemania , Madrid, Asturias y Gipuzkoa. Con el comienzo de la crisis el imperio ha ido cayendo como un castillo de naipes reduciéndose fundamentalmente a Extremadura, con todo el problema de logística que tiene, a una planta en Getafe (Madrid) y otra en Asturias. Las dos que tiene en Azpeitia llevan casi dos años inactivas y sus trabajadores despedidos.
La actual compra de Papresa solo supone de novedad el cambio de propietario de un industrial a un fondo de capìtal riesgo porque la capacidad de decisión ya llevaba fuera de Euskadi desde 2007. En ese año se produjo el acuerdo de Gallardo con la dirección que arrastró a los trabajadores, ya que tenían constituida al 50% la sociedad de cartera Garantías Renteria S.L, que era el principal accionista de la papelera con un paquete del 35% de los títulos y el instrumento que en los años 90, en plena crisis, sirvió para rescatar a la empresa de un posible cierre por falta de liquidez.
Si no hubiera sido por la actuación decidida de los sindicatos ELA y LAB que se implicaron hasta las cejas en salvar a la antigua Papelera Española hasta el punto de favorecer la entrada de los trabajadores en su capital, hoy, con toda seguridad, no estaríamos hablando de Papresa ni de los 250 trabajadores que todavía siguen trabajando en esta empresa emblemática de Errenteria.
El caso de Papresa puede parecer el viaje de vuelta del modelo de participación de los trabajadores en las empresas, cuando hoy, precisamente, se tiende a su impulso. Todo lo contrario. Es la constatación de que gracias a la decidida actuación de instituciones, sindicatos y trabajadores, las empresas pueden ser viables, convertirse en líderes, e incluso llegar a ser apetecibles a posibles compradores.
Es el ejemplo de que la participación es un modelo de pervivencia de las empresas y de cohesión social. Faltan establecer los instrumentos jurídicos y financieros necesarios para asegurar y perpetuar el modelo evitando cambios de propiedad y pérdida de capacidad de decisión que rompan con el arraigo en su entorno. l