Las posturas de las partes en el asunto de pagar por radiar fútbol están enfrentadas, anquilosadas y peligrosamente enrocadas en una muestra dudosa de sentido de negociación y acuerdo. Cada parte decidida a salvar sus muebles, apelando unos a la historia de retransmisiones libres y gratuitas y otros pasando la bolsa, que en estos tiempos de necesidad es buena toda contribución y no es pequeña la de dos millones de euros por temporada a cada operador. No es la primera vez que los clubes intentan cobrar un canon por hacer de los partidos de fútbol materia prima para programas de larga duración que generan recursos comerciales millonarios y no parece fácil el acuerdo entre la LFP y empresas de radio que han respondido ante esta supuesta agresión como Fuenteovejuna, en una muestra de unidad poco habitual en un medio tan enfrentado entre gurús deportivos, mezclando ovejas y lobos, churras y merinas en un matrimonio de conveniencia. El riesgo de alterar los números de la facturación publicitaria en el conjunto de los presupuestos de las radios ha motivado este cierre de filas, que supone una postura peligrosa para la resolución del contencioso que obligará a pasar por taquilla, porque aquí paga hasta Rita y más cuando hay guita. Está claro que el asunto terminará en tribunales y será el juez quien determine dónde empieza y termina el derecho de radiación libre de los partidos, pero parece de Perogrullo que las cosas no serán como fueron hasta el comienzo de esta temporada. Mientras tanto, las emisoras se arreglan como pueden, con el soporte seguro de la televisión y así el producto radio es contar sobre lo contado, salvo que el periodista se suba a una grúa cercana al estadio y retransmita lo que ocurre en el césped; que alguno terminará haciéndolo y los demás copiarán de inmediato. Es el poder del fútbol.