hace medio año el entonces líder de la patronal, Gerardo Díaz Ferrán, afirmó que solo se sale de la crisis trabajando más y cobrando menos. Añadió que los empleados deben saber que para muchas empresas la única alternativa al cierre es esa. El planeta se le echó al cuello, y era fácil hacerlo. En primer lugar, el tipo ha mostrado ser mal gestor y peor persona, de modo que resulta barato el pimpampún. En segundo lugar, prevalece la imagen del empresario propagada por Forges, o sea, un obeso explotador de puro, bigotito y bombín, con lo que tampoco parecía el más indicado para dar consejos. Y, en tercer lugar, a nadie le apetece meter horas por la cara, luego ni de milagro había quien apoyase la propuesta. Claro que difícil no es imposible, pues Mariano Rajoy la acaba de repetir, y ya le ha caído el rapapolvos.

Producir más y ganar menos. Veo con asombro -no, no me asombra- que esa fórmula tan criticada por los socialistas es precisamente la que ha aplicado el Gobierno con sus funcionarios. Y confirmo que esa idea tan denostada por los medios progresistas es la que ellos, salvo excepciones, llevan a cabo con sus periodistas y colaboradores para sobrevivir en el mercado. El último, la revista Interviú. Y recuerdo que el tabernero de confianza, el colega de la frutería ecológica y el de la tienda de ropa de monte son jefes, patrones y empresarios aunque no lleven corbata, y también reducen la plantilla para mantener el negocio. No les queda otro remedio, dicen, y les creo.

Lo cierto es que a izquierda y derecha conocemos pocos casos en los que uno trabaje hoy en mejores condiciones que ayer. A mí esto no me gusta e ignoro si hay solución. Pero me gusta menos la hipocresía de quien denuncia en público la receta neoliberal -expresión multiusos- y en su casa la cocina día y noche. Son malos tiempos, oigo por ahí, y en puridad significa trabajar más cobrando menos. Lo mismo, con vaselina.