A veces la reacción del pueblo llano ante los privilegios de los poderosos, por legítimos que sean, provocan actitudes que pueden responder al instinto natural de los humanos porque quieren disponer de los mismos bienes que los que mandan de los que ellos carecen. Es la envidia el defecto más natural y el español por antonomasia al que está condenado quien no ha logrado acumular fortuna. Muchos privilegios son producto de ventajas que se otorgan entre ellos políticos y poderosos injustamente. Algunas muestras: De Guindos mintió porque juró que el rescate de la banca no costaría ni un euro. Sarkozzi ha sido condenado a tres años de prisión por corrupción, pero no entrará valiéndose de apaños entre jueces con políticos. En Francia, Christine Lagarde , sentenciada a prisión por manejo negligente de fondos públicos, fue indultada porque se le aplicó una ley que libera a personalidades relevantes. Felipe González, Señor X, así identificado por el juez Garzón, es acusado con pruebas fehacientes de promotor del GAL. No ha sido ni imputado porque no hay juez que se atreva. Rajoy, que declaró como testigo ante un tribunal, por tanto no pueden mentir, quedó evidenciado que mintió, pero ningún fiscal le ha citado a declarar. Al juez Marlaska el TEDH le ha revocado una sentencia por no investigar denuncias de torturas por la policía. Nadie pide responsabilidades, además se le premia nombrándole ministro de los torturadores. El republicano Pedro Sánchez defiende a Juan Carlos I y no denuncia ante los tribunales sus flagrantes delitos, sino que ensalza su patriotismo en el caso del 23F. Además, ha huido al Golfo. Eso en derecho se llama prevaricación, pues conocía sus delitos y no los denunció. No es extraño que la justicia española sea la institución de más baja cualificación entre la ciudadanía.