Mi frase favorita, si por ello se entiende la más repetida últimamente, es: No me lo puedo creer. No me puedo creer que algunos dueños de perros, aun después de tanta campaña de concienciación, no recojan las caquitas de sus mascotas, a muchas de las cuales también llevan sin correa. No me puedo creer que muchos ciclistas circulen por la carretera en paralelo con un bidegorri, que se construyeron para seguridad del ciclista y se siguen demandando para tal fin. No me puedo creer que muchos peatones se salten los semáforos y crucen la carretera con el muñequito en rojo. Y, sobre todo, últimamente no me puedo creer que tras las alarmantes cifras del coronavirus aún haya quien no lleve mascarilla o la lleve por debajo de la nariz o incluso por debajo de la boca.