La primera semana de abril no es una semana cualquiera. No sé si es Santa, pero sí especial. No me refiero a las procesiones, además están suspendidas ni por lo beato que ha tenido todo esto. Es bueno darle una pensada a nuestra historia personal.Reconozco que con la que está cayendo con esta pandemia que sigue ahí, es difícil creer en la victoria final. Creo que hay motivos para la esperanza, aunque algunos afirmen que no es posible mirar esta tierra y sonreír. Creo en la ciencia, en nuestros epidemiólogos y en nuestra sanidad. Creo que al final las armas y las guerras serán calladas porque creo en los pacifistas. Creo en la vida eterna, porque lo de Jesús de Nazaret no ha sido un cuento. Creo no sólo en la inteligencia, también en el corazón. Creo en la otra vida, porque ésta me parece muy pequeña. Creo en la resurrección, porque creo que es posible salir de la droga y abandonar las envidias, mejorar la familia y cambiar de vida. Creo que Jesús resucitó, porque he visto a muchos resucitar del odio y de la desilusión y porque me fío del testimonio de millones de creyentes. Estamos en la Pascua cristiana: Cristo ha resucitado. Los primeros en saberlo fueron dos mujeres, y no era el año internacional de la Mujer. Aquellas dos mujeres sintieron la P de Pascua, de paso, de perseverancia, de proclamar paz y perdón, de pasar de la muerte a la eternidad. Creo en la esperanza, en que todos los que han muerto son semillas de eternidad.