No se le ha hecho justicia. Su método personal suponía una gran aportación a la imagen de España, siendo adoptado por políticos y jueces para eludir los charcos. Consiste en guardar silencio en situaciones difíciles y esperar a que escampe. O replicar con aplomo: “No sé, no me consta”. En las ruedas de prensa es útil utilizar frases de relleno, como: “Esa persona a la que usted se refiere...”. Marlaska domina esa técnica, porque los jueces cuentan con la prepotencia derivada de su profesión. El TEDH ha revocado su sentencia por no investigar torturas a presos en las comisarías. Se ha limitado a no darse por aludido. Al Pleno del Supremo el citado tribunal de la UE le ha impugnado la sentencia en la que ordenaba repetir el juicio de Bateragune. De nuevo, el silencio ha sido la respuesta a la opinión generalizada de juristas sorprendidos por la contumaz sentencia del Supremo que ya temía fuera revocada por tribunales de la UE que rechazan las que buscan venganza. Puigdemont es considerado inocente por un tribunal belga frente al Supremo que fallaba su extradición por huir de la justicia española. Ahora ya diputado en el Parlamento Europeo, el Supremo una vez más tiene soportar las caricaturas en la prensa de la UE. La jueza Servini es víctima de la táctica: “No sabe, no contesta” ante su demanda de extradición de Billy el Niño. Gracias a la táctica Rajoy, ha muerto en paz sin responder de sus hazañas. La justicia española en un alarde de agudeza guarda silencio, lo que supone torear a la justicia internacional.