Nos sentimos cansados, aburridos, hastiados y algunos solos, terriblemente solos. Se está haciendo muy pesado esto de la pandemia. Claro, quienes han trabajado y trabajan en primera fila con los enfermos, quienes han visto morir personas cercanas si no poder despedirse si quiera o quienes han enfermado y aún sufren secuelas del covid están aún más agotados, pero sobre todo, están tristes. La melancolía y el abatimiento se han instalado en capas muy profundas de la mente de muchos, ya que cumplir con las medidas que los expertos indican como las más efectivas y adecuadas para superar esta crisis y no colapsar el sistema sanitario requiere el esfuerzo, la responsabilidad y la solidaridad de todos. Algunas voces expresan que somos varias las generaciones de privilegiados que no hemos conocido guerras, hambrunas o miserias de épocas pasadas o de otras latitudes y que "quedarse un poco en casa tampoco es para tanto, ¿qué pensarían quienes vivieron la guerra?, que no se está tan mal en casa...". Quizás tengan razón esas voces, que por otro lado se pueden rebatir vehementemente, mientras seguiremos mirando hacia delante llevando cada uno nuestra mochila particular y esperando y deseando que el futuro sea mejor. ¡Qué largo se está haciendo este 2020!