Asistimos incrédulos al principio de esta historieta, luego aturdidos y estupefactos para siempre, a los desmanes y otras decisiones que han tomado los gobernantes de este país de mierda, valga la redundancia, en general , ea cual sea el ámbito de actuación. Desde la encerrona inicial, la vida enmascarada y otras algaradas, hasta el último cierre de la hostelería y esa intervención de la ministra (sí, digo bien, ahora que ya nos han aceptado las de escayolisto, pediatro, taxisto, obstetro y alguna que otra más) de vaya usted a saber qué cosa, pongamos que del esperpento, en la que, toda ufana ella, vino a decir que las mascarillas se cargan con un 21% de IVA por mor de la normativa europea; y tan pichi, la tía... Luego, eso sí, tuvo la deferencia de informar de que en algunos países de Europa (le oí citar a Alemania, Portugal y alguno más, pero podría haberse extendido hasta casi los confines) decidieron poner una menor carga tributaria, o directamente reducirla a cero, ¡y que en Europa se lo permitieron, tú! Que alguno por allí preguntaría: "¿Y nosotros?". Aunque solo fuera para escucharle decir que aquí, en el paraíso de los pobres y tal, las máscaras son obligatorias y no es solo que las paguemos los de siempre, sino que además recaudamos, jate tú... Y digo todo esto porque, a pesar de los feos augurios de los pesimistas y agoreros de siempre (este menda, sin ir más lejos), va a resultar que el inolvidable "¡Váyanse ustedes a la mierda!" del bueno de José Antonio Labordeta, dirigido a buena parte de sus compañeros en el Parlamento español, se nos va a convertir en el clamoroso mantra dirigido esta vez a todos ellos, a ver si nos cae esa breva. O sea que, sí, váyanse todos a la mierda, pero para no volver más.