Hoy en día resulta muy difícil ser mayor, por eso en este mundo nuestro tanto hombres como mujeres tratan hasta donde es posible de aparentar ser joven, vestir como ellos, quitarse las arrugas, maquillarse, ponerse a dieta o someterse a la cirugía estética. Todo menos que la gente pueda adivinar nuestras credenciales de personas mayores. Desgraciadamente hemos construido una sociedad artificial, donde cuenta más el parecer que el ser. Es triste, pero es preciso reconocer que hemos construido una sociedad en la que sobran los mayores; se les soporta por razones de humanidad, pero no gozan de la consideración y del prestigio que les son debidos. Eso de que la veteranía era un grado ha pasado a ser cosa de otros tiempos. Es de lamentar que vayamos prescindiendo del pasado; no debiéramos permitirnos el lujo de desperdiciar ese potencial humano, que representa un colectivo cada vez más numeroso como es el de la tercera edad, pues su experiencia puede aportar mucho al proceso de humanización, que tanta falta nos está haciendo hoy día. Es importante que los mayores tengan un lugar en la sociedad, en los organismos de los barrios, ayuntamientos, diputaciones, parlamentos, ya que la vida es patrimonio de todos. Es clave intensificar los vínculos familiares, círculos de jubilados, pueblos más amigables€ Por lo tanto, nada de paternalismos y sí potenciar la co-gobernanza con los mayores.