Reconozco que el tema del coronavirus ya está tan manoseado que chirría, pero la cruda realidad es que las muertes que ha traído surgen zozobra y desánimo en nuestra sociedad. El actor italiano Vittorio Gassman (1922-2000) en cierta ocasión afirmó con gran ironía: “El único error de Dios fue no haber dotado al hombre de dos vidas: una para ensayar y otra para actuar”. No disponemos de dos vidas, sólo disponemos de una en la cual ensayo y actuación coinciden. Ello significa que cada momento es irrepetible y reviste una gran importancia. Es clave vivir el presente con ilusión, amor y esperanza. Van siendo días difíciles, ya estamos cerca de las 300 personas fallecidas en Gipuzkoa en estos dos meses largos. Se suele decir que una de las lecciones de este coronavirus es una vez más la precariedad del ser humano, de nuestra vida. ¿Quién nos iba a decir que en pleno siglo XXI una epidemia de gripe iba a paralizar el mundo? En nuestra historia personal no nos ha tocado jamás experiencia igual y todo esto te obliga a enfrentarte con el temor al sufrimiento y a lo desconocido. Somos radicalmente iguales al nacer e iguales al morir; en medio, están las diferencias. Son recuerdos de gente que a lo largo de esta pandemia se nos han ido. Al final te das cuenta que la vida es un largo viaje que empezamos en el momento que salimos del vientre de la madre y terminamos cuando nos acoge el vientre de nuestra tierra madre. Quiero desde aquí lanzar un abrazo de ánimo a todos los familiares que han sentido el dolor de la separación definitiva y desde estas líneas mostrar mi cercanía, mi silencio y mi oración.