La verdad es que resulta frustrante ver cómo no ha sido posible la derogación de la llamada ley mordaza; ni siquiera su reforma. No asomo a esta columna para analizar los motivos que han llevado a unos y otros a votar lo que votaron el martes, pero expreso mi opinión de manera muy resumida: considero que, a pesar de las carencias del dictamen sometido a votación, EH Bildu y ERC debieron facilitar su aprobación en la Comisión de Interior; pero a su vez estimo que el mayor responsable del fracaso es el PSOE.

Hemos podido conocer los razonamientos de los partidos abertzales vascos presentes en este largo proceso de negociaciones. Frente a un Jon Iñarritu que puso pie en pared porque consideraba inasumible que no se modificaran algunos aspectos fundamentales de la ley de 2015, el jelkide Mikel Legarda abogó por avanzar con los cerca de 40 cambios introducidos en la propuesta decaída. En una entrevista radiofónica recogida en diversos medios, Itxaso Atutxa añadió a la polémica un dardo dirigido a la coalición liderada por Arnaldo Otegi: han votado con Vox.

Ciertamente, no existe en el Estado español partido o coalición que durante los últimos años no haya acusado a otros de votar junto a los de Abascal, pensando que mina así la credibilidad del adversario. La verdad es que sorprende tanta profusión e insistencia, porque el reproche resulta estéril por razones obvias. Coincidir en el voto con otro partido no siempre significa votar con él, ya que las razones son con frecuencia diametralmente opuestas. Extraña también oír la manida coletilla en boca de una de las mejores políticas que tenemos en nuestro entorno, que cuenta además con una inmensa capacidad de comunicación. Esperemos que haya sido un lapsus sin importancia y la presidenta del BBB deje que sean los gansos de siempre los que digan estas gansadas. Perdóneseme la expresión.