Andan los medios muy atareados con el regreso a la política activa de Borja Sémper. Sobre todo los que, también aquí, constantemente le rinden pleitesía. Si no fuera porque sabemos que su nuevo cometido va a ser el de portavoz de campaña del PP, alguien podría pensar que en realidad ha alcanzado la jefatura de gobierno español o la secretaría general de la ONU. ¡Menudo despliegue de análisis revival, testimonios melosos y tiernas fotos! En realidad, nada nuevo bajo el sol: este mismo club de fans acuñó ya tras las elecciones municipales el Efecto Sémper porque subió la friolera de ¡1.000 votos! y cero (sí: de tres a tres) concejales en Donostia.
En realidad, aquello dio para más. Aduciendo que “no es política”, nos ofreció una campaña sin siglas, mientras era portavoz del PP en Gasteiz; anunció que renunciaba a su sueldo de concejal, pero olvidando recordar (también a algunos periodistas se les pasó el detalle) que el de parlamentario lo mantenía; configuró una lista tramposa con mujeres en los puestos 3 y 4, que no tomaron posesión: toda la ciudad sabía que iba ser concejal “el chico que va quinto”. A pesar de aquella traca final, precedida además de dos batacazos consecutivos como candidato a Madrid, la despedida que se le ofreció resultó surrealista, por hiperbólica.
Vuelve ahora de la mano de un Núñez Feijóo que acaba de verbalizar una de esas reflexiones que, por su profundidad, pasarán a la historia. Y es que nos anuncia el gallego que no gobernará con Vox siempre que pueda evitarlo, que es como que Álex Remiro nos asevere en solemne rueda de prensa que siempre que él pueda evitarlo el Athletic no nos meterá goles el sábado. Lo cierto es que el adulado político de Irun vuelve al ruedo con su partido gobernando con Vox o gracias a su apoyo –aquello que tanto le incomodaba– en muchos más sitios que antes de su marcha. Ese es el dato. l