Los lectores más veteranos recordarán que Alfonso Guerra espetó en su día que Adolfo Suárez parecía un tahúr del Misisipi. Hubo quien relacionó tal ocurrencia con la costumbre del entonces presidente de jugar a las cartas con Rodríguez Mellado; también quien la atribuyó a la vestimenta del abulense. Pero la interpretación más generalizada fue que se refería a la fullería con la que actuaba, según él, en sus negociaciones políticas. Dicho de otro modo, a la astucia con la que pretendía engañar a sus interlocutores. Conocida la ojeriza del socialista sevillano hacia Pedro Sánchez, no nos sorprendería que resucitara la expresión para describirlo.

La lista de incumplimientos, felonías, dilaciones, embustes y contradicciones de este presidente, ahora preocupado por pasar a la historia por sus grandes gestas, es tan grande que necesitaríamos un suplemento especial para su enumeración. Arrancó afirmando que no gobernaría con quien ahora gobierna y nunca pactaría con quienes ahora pacta. A partir de ahí, ha alcanzado acuerdos caducados en pocas horas, amén de otros muchos caídos en el olvido; ha comprometido la misma transferencia hasta en tres ocasiones, colándola siempre como gran novedad; permanentemente bloquea leyes anunciadas con petulancia por él mismo cuando le convenía hacerlo. Las tragaderas de sus víctimas son dignas de encomio. Cierto es que en el camino se han arrancado logros, pero el balance general no invita al entusiasmo.

Lo trágico de la situación es que la alternativa causa pavor. Que, a pesar de todo, muchos de nosotros preferimos que este fatuo presidente nos siga gobernando y que los partidos vascos que lo apoyan lo sigan haciendo. Dicho lo cual, agradeceríamos que las habituales muestras de euforia después de cada (supuesta) ganancia negociadora fueran más comedidas: la experiencia demuestra que muchas de ellas terminan por decaer. Resulta que, como el padre de El Buscón, otro afamado tahúr, son demasiadas las veces en las que nos mete el dos de bastos para sacar el as de oros. Y quedárselo para él.