Tenía preparado otro texto, pero notifico al director de este diario que lo sustituyo; que apurando el tiempo, pero les llegará el nuevo antes del cierre. Sucede que me avisa mi amiga Arantza Arrazola Markiegi que llega a Oñati desde la Argentina el biznieto de su tío Polentxi Markiegi, Felipe, junto a su pareja Marina. Me presto encantado a acompañarlos en una visita relámpago. Charlamos, yo más que ellos la verdad sea dicha, y decido que Luis Rubiales, de quien pensaba despotricar hoy en esta columna, puede esperar.

Era Polentxi alcalde de Deba cuando lo fusilaron en Santoña. La carta que escribió a su mujer Maritxu Garate horas antes de que lo ejecutaran es uno de los textos que más me han emocionado nunca. Los besos que envía en la misiva a sus hijas Itziartxo, Lore y Nekane me hacen llorar mientras escribo estas líneas. Ezin jarraitu det… no puedo seguir, dice al citarlas. Gora Euzkadi Askatuta, Jainkoagan bakarrik lotuta. Maite- maite zaitu, zure. Así termina Polentxi despidiéndose de su familia, que acabó por huir a la Argentina. También pudo escapar allá Peli Markiegi, sacerdote y poeta, hermano de Polentxi. No así Joseba, el otro hermano cura, además de escritor, fusilado en Oiartzun por los fascistas.

Ante la visita de Felipe y Marina casi nueve décadas después, me pregunto cuánto sabemos de los Markiegi aquí y ahora; cuánto conocen de ellos en Deba, amén de los reconocimientos oficiales, que siempre son de agradecer. Y me contesto con resignación que algo estamos haciendo mal cuando condenamos al olvido a personas como estas que lo dieron todo por lo que más querían. La memoria histórica debe ir más allá de los grandes titulares. La memoria histórica la conforman miles de historias de miles de personas que, como los Markiegi, tanto hemos llegado a querer a pesar de no haberlas conocido. Escudriñe el lector a su alrededor y seguro que descubre muchas de ellas. Es un ejercicio necesario.