En una mordaz columna, subrayaba en agosto el director de este diario que el secretario general de los socialistas vascos pretendía usurpar las funciones del delegado del gobierno, obviando –el añadido es mío– que ante la disyuntiva de defender los intereses de la ciudadanía a la que se representa y aspirar a ser el paje preferido del Señor (Sánchez, en este caso), un político debe elegir siempre la primera opción. Dicho de otra manera, que lo que en Denis Itxaso es entendible porque le va en el cargo y en el sueldo, en Eneko Andueza deviene en un incomprensible ejercicio de sumisión, que supone además un innecesario tiro en el propio pie.

Aquel comentario de nuestro director se refería a unas surrealistas declaraciones del taurófilo eibartarra galleando que vigilaría si el Gobierno Vasco ¡del que su partido forma parte! cumplía el (entonces) último decreto del jefe de Madrid, pero durante las últimas semanas tanto él como su gente han doblado la apuesta y se están poniendo las botas ante las justificadas protestas de los jelkides por el escandaloso incumplimiento del calendario de transferencias pactado hace 31 meses sobre un Estatuto, no lo olvidemos, aprobado hace 43 años. Verbos acusatorios como enredar, amenazar o chantajear salen de sus bocas contra unos socios que legítimamente reclaman lo justo. Desdeñan además el despojo aduciendo que son minucias lo que falta, que existen problemas técnicos, que tampoco hay tanta prisa.

No termina uno de entender qué es lo que ganan los socialistas vascos con semejante actitud. Se pregunta uno si su declive electoral no responde en cierta medida a esta dejación en la reivindicación de un Estatuto del que dicen ahora que se está sacralizando. En definitiva, intuye uno que nadie en sus filas considera que la fortaleza del PSOE de Sánchez en el futuro pasa por la fortaleza del PSOE en las autonomías y que para ello es necesario dar aldabonazos cuando hace falta; también alzar la voz contra los propios. En este caso para defender un Estatuto que a día de hoy parece importarles un pimiento.