Todos en algún momento somos cursis, empalagosos y horteras. O casi todos, le damos el visto bueno a que sigan existiendo tres o cuatro corazones duros que queden por ahí deambulando con su léxico impertérrito, seco y práctico. Pero, eso es así, lo de la cursilería. El tema es hacer de eso un eslogan. Y del eslogan una profesión o yo qué sé. Hablo de la gente que es capaz de decir frases como “eres mi persona vitamina” –hay hasta un libro editado–, “gracias gente bonita”, “eres hogar”, “a todas las personas que suman” o expresiones así que las aprietas y sale más glucosa que de un tarro de miel. A otro nivel, es como cuando en el fútbol y en el deporte –estas cosas van por modas y acaban cuando los cursis son ametrallados al amanecer en los muros de las fábricas de los polígonos abandonados de sus ciudades, aferrados a un libro de citas tipo “como sabían que era imposible de conseguir y por eso mismo lo lograron” y basura tóxica así– se puso de moda decir que menganito estaba “de dulce” o que “es caviar”, y la gente se te despedía con un “abrazo de gol”. Te meto una hostia que ya vas a ver qué gol. Es tremendo. Entre los periodistas jóvenes se puso mucho de moda poner en redes sociales algún link a un texto y en lugar de escribir “Leed esto tan bueno de tal o cual” o “Mirad qué buen artículo”, ponían “Esto de Jabois”. Así, a palo, para subirle la importancia. O esos que acaban sus frases con ¡Seguimos! ¿A quién seguís, cobardes? O los que dicen brutal cada dos palabras o los que ahora les ha dado por la expresión “no tiene ningún sentido lo de…”. Bueno, que ya digo, que me limito a plasmar sin más intención que un poco de cachondeo que todos caemos a veces en estas horteradas que se instalan a saber por qué una temporada y que luego desaparecen como llegaron, sin dejar aparentes daños pero tampoco recuerdos. Persona vitamina… Anda ya, ¡persona transaminasa! ¡Brutal! l