Ya dije en su día que no tengo una idea clara –más bien muy confusa– de si los hechos sucedidos en 2017 en Cataluña tenían que ser objeto de cárcel para quienes estuvieron detrás, ni tampoco tengo un sentimiento claro de si para normalizar la convivencia es necesario amnistiar a esas personas o no, puesto que, ya digo, no visualizo los delitos. Porque si para normalizar la convivencia hay que ir amnistiando peña vamos apañaos, claro. Tampoco me alumbra especialmente la luz en el asunto de si esto va a ser bueno o no para la convivencia, puesto que la convivencia en este país hace años que es bastante irrespirable y quizá se mejorará entre algunos, pero entre otros algunos y estos va a estar la cosa prácticamente imposible. Lo que sí tengo claro es que Pedro Sánchez es capaz de pactar con el diablo para mantenerse en el poder, decir sí a lo que hace una semana dijo no, y cualesquier método prácticamente que le asegure que va a continuar gobernando el país. Esto, que es pura política, no obstante, y que ya ha sido practicado en el pasado por políticos de todos los signos, no deja de ser sin embargo un ejercicio de falta total de palabra y, si me apuran, de principios que a muchos nos deja con una sensación bastante pobre, cuando no deprimente, del panorama general, viendo, además, que a la izquierda de Sánchez esto, como es normal hoy día, se aplaude a manos llenas. Es evidente que muchos preferimos que no gobiernen PP y Vox, pero no es menos evidente que el precio a pagar en ocasiones es de tal calibre que te planteas si lo mejor no será ir de una vez al banco de la abstención y poder poner a caldo a unos y a otros con contundencia, aunque esto para mí que se puede hacer aunque te decantes por un lado. Cierto es que luego ves avances sociales y laborales logrados estos años y se te pasa un poco el asombro o llámenlo malestar, pero el malestar ahí estaba. Esto es un mercao.