la cosa, claro, ya viene de lejos, porque esta gente si algo sabe es de marketing y de venderte el producto, pero esta semana hemos tenido un nuevo e importante capítulo en la operación de blanqueamiento de la heredera. A la heredera al trono, me refiero, hay que blanquearla en el sentido de que desde que nace brille con una pulcritud extrema en todas y cada una de las cosas que hace, para que poco a poco y lentamente le vaya entrando por el ojo al populacho y mírala qué majica y qué pochola y cómo no vas a preferir algo así a que tengamos de presidenta de la República a la Díaz, con esa cara de bruja. Este es un país de peluquerías. Es una peluquería gigante, en realidad. Esto lo sabe la real casa y por eso el Hola y toda esta prensa terrorista nos vende lo que nos vende, al igual que la televisión pública y todas las cortesanas privadas, que son todas, emitiendo horas y horas de los eventos de esta peña, como esta semana ha tocado el desfile del 12 de octubre y el posterior acto de genuflexiones y reverencias, en el que por vez primera participó, vestida de Madelman, la niña heredera, sonriente y simpática como es toda la familia del padre, que la miraba arrobado junto a la antigua periodista y madre de la heredera. Yo esto lo vi cuando era crío con el padre, que me saca cuatro años, pero del que recuerdo perfectamente sus fases militares y sus primeras veces en público porque mi madre y el Hola eran una misma cosa. He visto este partido. Y vamos por el mismo camino que en el anterior, la verdad sea dicha, porque hace ya bastante que no confío en la parroquia, hace ya tiempo que considero que antes caerá el meteorito que España dé el paso de abandonar este servilismo idiota para elegir en las urnas quién queremos que sea la figura principal del Estado. No veo solución. Veo el pasamanos y el 95% de la clase política acaba de salir de la peluquería.
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