El Teatro Victoria Eugenia, uno de los recintos culturales más emblemáticos de Donostia, se encuentra en una situación que pide una reflexión profunda de su modelo de gestión y programación. Pese a su historia, el Victoria Eugenia ocupa hoy un segundo nivel en el panorama de los teatros municipales europeos. No hay más que comparar su programación actual con la de instituciones de similar nivel en Europa, incluso con el cercano Teatro Arriaga de Bilbao o la hermanada ciudad de Wiesbaden.

Las obras de rehabilitación, lejos de suponer un impulso cualitativo, evidenciaron la falta de visión a largo plazo. La drástica reducción del aforo, de 1.200 a apenas 900 localidades, es un síntoma claro de esta escasa ambición. Más allá de lo arquitectónico, el problema radica en una concepción limitada del papel que debe jugar un teatro de estas características en la vida cultural de la ciudad.

En este contexto, es imprescindible recordar que un teatro municipal de primera línea como el Victoria Eugenia debe tener como ejes programáticos principales la música clásica, la ópera, la zarzuela, la danza y el teatro de calidad, junto con otras manifestaciones propias, en especial en el ámbito de la cultura vasca. No se trata simplemente de llenar la cartelera, sino de ofrecer una programación que dignifique su función y proyecte su prestigio tanto a nivel local como internacional.

La solución pasaría por acometer una reestructuración institucional profunda, que comience por desgajar por completo al Victoria Eugenia de Donostia Kultura. Esta entidad, si bien adecuada para otros espacios y actividades culturales, no responde a las necesidades específicas de un teatro de esta categoría. Las actividades actuales que no se corresponden con el perfil y vocación del Victoria Eugenia deberían trasladarse a Donostia Kultura u otros espacios más adecuados para su desarrollo.

Al mismo tiempo, debería nombrarse un director que dependa directamente del Ayuntamiento y un consejo asesor, dotándolo así de autonomía y responsabilidad directa sobre el rumbo artístico e institucional del espacio.

En paralelo, solo quedaría revisar el organigrama del teatro, adecuándolo a esta nueva estructura. Es especialmente urgente reconsiderar el papel del responsable de programación musical, puesto que además queda ahora vacante por jubilación del anterior responsable. En este sentido el responsable musical no debería de ser el responsable del Jazzaldia, como no lo es de la Quincena Musical, ni de Kursaal Eszena. Esa doble función del responsable musical, Victoria Eugenia y Jazzaldia, entiendo que es lo que ha escorado la programación musical propia del Victoria Eugenia. Por poner un ejemplo, en el vecino teatro Arriaga bilbaino, el director artístico es el conocidísimo director teatral y de ópera, Calixto Bieito, que desde 2016 está poniendo el Arriaga en la escena internacional.

A buen seguro, sacar el Victoria Eugenia de Donostia Kultura y el perfil del nuevo responsable musical, que dada la centralidad de esta disciplina podría recaer en el propio director del teatro, marcarán durante años el futuro del Teatro, para bien o para mal.

El Teatro Victoria Eugenia merece recuperar el lugar que le corresponde, no como un espacio más en la red municipal, sino como una referencia cultural de primer orden en Euskadi y en Europa. La ciudad también lo merece.