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Colaboración

La escultura vasca, más necesaria que nunca

La inmediatez, la superficialidad y el consumo desmesurado marcan los hábitos de conducta de la sociedad actual en la que vivimos

La escultura vasca, más necesaria que nuncaJavier Etxezarreta / Efe

La inmediatez, la superficialidad y el consumo desmesurado marcan los hábitos de conducta de la sociedad actual en la que vivimos, dificultando el desarrollo de la escultura, una actividad que mediante la materia y el espacio, pretende dar una respuesta a las grandes preguntas a las que se enfrenta el ser humano, una disciplina que ha acompañado al hombre a lo largo de toda su historia y que hoy está en entredicho.

La aparición de nuevas tecnologías y formas de vida, han propiciado nuevas formas de expresión artística, basadas más en el espectáculo y el consumo rápido de productos culturales, haciendo crecer una industria artística en la cual todo lo situado al margen se presenta como decadente y sin valor alguno.

En este contexto se mueve la escultura vasca actual, la disciplina artística por la que hemos sido conocidos y reconocidos en el mundo, que lideró los cambios que modernizaron nuestro país en la segunda mitad del pasado siglo. Actualmente no cuenta con grandes genios que ejerzan una influencia decisiva en la sociedad, no disponemos de espacios expositivos donde apreciar la producción artística de nuestras creadoras y creadores, a pesar de haberse construido grandes infraestructuras de centros de arte y museos en todos los territorios, destinados al turismo cultural y a la promoción periódica de un grupo minoritario de jóvenes afines a los gustos de la industria cultural dominante. Grandes cantidades de dinero de todos los y las contribuyentes se destinan a la programación anual de estos centros y su mantenimiento, con una presencia marginal de artistas vascos, poniendo en valor el arte producido en el exterior y presentando al arte vasco como de inferior categoría y carente de interés.

¿Qué habría sucedido con la cocina vasca, si todo el dinero invertido en las últimas décadas se hubiera destinado a promocionar la cocina china y a los grandes cocineros del resto del mundo? ¿Qué interés va a tener Guggenheim, al que entregamos varios millones de euros anualmente, en potenciar a nuestros artistas? ¿Por qué va a ser diferente un segundo centro de esta franquicia extranjera? ¿Dónde puede ver el turista cultural que nos visita, una muestra permanente de la escultura vasca y una programación de exposiciones y actividades con nuestros artistas actuales? ¿Puede generar la sociedad vasca algún artista de talla mundial, cuando se les niegan los espacios expositivos importantes y se les relega a las Casas de Cultura de los pueblos? Tristemente estas preguntas tienen fácil respuesta, pero instituciones, medios de comunicación, universidad y centros docentes van en dirección contraria.

En un momento, además, en el que empiezan a sonar las alarmas por la dependencia hacia el móvil y las pantallas de las generaciones jóvenes, guiados hacia una vida virtual por grandes corporaciones tecnológicas, que homogeneizan la cultura mundial, haciendo peligrar la diversidad cultural del planeta, entre ellas la nuestra. La escultura se presenta como un medio de relación con la vida real, con los materiales, con la naturaleza, con las tres dimensiones, con la creación artística, con nuestro pasado y también con nuestro futuro que, si queremos que exista, tendrá que poseer unas ciertas señas de identidad en un mundo globalizado.

Hace tres años creamos Eskuahaldunak, la asociación de escultores y escultoras de Euskal Herria. Durante este tiempo hemos realizado más de sesenta exposiciones colectivas, con la presencia de más de doscientos artistas, alcanzando este año 100.000 visitantes en estas muestras. Todo este esfuerzo, al margen de otras actividades desarrolladas, no ha sido reconocido por nuestras instituciones, de las cuales no hemos recibido ninguna subvención, salvo alguna honrosa y minúscula excepción, ni nos han posibilitado crear algún tipo de infraestructura que facilite desarrollar nuestra labor, a pesar de haber mantenido múltiples reuniones con todas ellas.

Esperamos una reflexión por parte de los responsables del sector, que suponga un cambio en la política que desarrollan hacía los artistas del país. Con el resto de la sociedad continuaremos desarrollando los vínculos de relación que nuestra actividad y capacidad de organización nos permitan, estando abiertos a colaborar con cualquier persona o colectivo interesados en trabajar en favor de la escultura vasca y sus protagonistas. Así mismo, queremos agradecer los apoyos y colaboraciones recibidas.