Hace escasamente un mes coincidimos en el acto organizado por el Foro Uzturre en Tolosa, donde el presidente del Euzkadi Buru Batzar, Aitor Esteban, trasmitió su afán por una Euskadi libre en un marco político europeo de progreso y manifestó su firme compromiso por un desarrollo integral del euskera. Nos saludamos efusivamente con el cariño de los amigos que siempre lo serán a pesar del tiempo transcurrido, con la cercanía de quienes se sienten mutuamente reconocidos en infinidad de recuerdos de avances y retrocesos en la calidad de vida democrática de nuestra común comarca y de lucha por afianzar las posiciones políticas abertzales.
Nos dejaste hace unos días Pili. una pérdida que me ha afectado enormemente y me ha llevado a escribir este breve relato, quizá no linealmente cronológico en los hechos, a modo de homenaje a tu persona.
Gracias a ti, desgraciadamente en muchas ocasiones sólo gracias a ti, muchos vecinos de los pueblos de Tolosaldea fueron capaces de superar el miedo y consolidar sus derechos político-institucionales enfrentándose a la intimidación permanente ejercida por el entorno de la izquierda radical de la zona (me resulta difícil calificar de abertzales ciertas actitudes). Como afiliada al PNV, denunciaste el clima de coerción política y social en los pequeños pueblos de montaña y valle que circundan Tolosa y te convertiste en el alma mater de la confección de listas electorales ciudadanas que creían legítimamente en una acción política municipal alejada del autoritarismo. Altzo, Berrobi, Belauntza, Elduain, Gaztelu, Leaburu…contaron con otro tipo de alcaldes y ediles (Bittor, Mariano, Rosita…), con nuevos cargos electos representantes de silentes habitantes que mostraban con su voto la negativa a seguir sometidos al pensamiento único. Fue aquel un paso decisivo. Un avance que, analizado en perspectiva histórica reciente, se torna más grande e importante. Como botón de muestra del clima político hostil que se vivía, señalar que algunos nuevos alcaldes pertenecientes a las listas electorales alternativas, tenían que celebrar las sesiones plenarias con presencia de ertzainas de paisano entre el público para evitar altercados. A mí me tocó acudir a más de uno de aquellos plenos consistoriales. Y también como afiliada, Pili, te negaste en redondo a admitir que, en cierta ocasión, algunas personas del mundo radical se integraran camufladamente en las listas del PNV, para hacerse así con el mando en los ayuntamientos. Y lo denunciaste ante la dirección nacional de tu partido, logrando paralizar aquellas lamentables tentativas de engaño.
Era tal el vuelco que se estaba produciendo en la vida político-social de aquellos pueblos que un alto dirigente de la actual izquierda soberanista preguntó en el Parlamento Vasco al dirigente Juan Mari Juaristi, Zeler, “qué es lo que tenía el PNV en aquellos pequeños pueblos donde apenas obtenía votos”. La respuesta del aludido fue clara: “nosotros queremos una Euskadi libre, pero en este país hay vascos que no se sienten libres porque vuestra persecución sistemática se lo impide. Nosotros estamos trabajando para que su libertad se consolide”.
Como abogada brillante, Pili, mejor dicho, como abogada valiente, denunciaste cómo en aquellos pueblos del área rural, pueblos donde la delación estaba a la orden del día, había trabajadores del ayuntamiento que abrían las cartas de los concejales desafectos al régimen (del mundo de Batasuna) y cómo se amenazaba a cargos públicos, en un contexto en que se sabía perfectamente que tipo de consecuencias fatales podían ocasionar tales “avisos”.
Y vaya si pagaste aquellas consecuencias. Atacaron tu vehículo particular, realizaron pintadas en tu despacho de abogados de Tolosa (Uzturre) y no pocas veces la Ertzaintza tuvo que acompañarte a tu domicilio por temor a alguna acción violenta contra tu persona. Como corolario macabro a aquellas dinámicas fascistas que llevaban tiempo produciéndose, un infausto día, estando tus padres, ya mayores, dentro del hogar, -de esa casa solar que ensalzaba Engracio Aranzadi, Kizkitza y que Manuel Irujo consideraba como una de las primeras instituciones vascas-, tu caserío, Arretxe, cuyos orígenes se remontan al siglo XVI, fue incendiado por un grupo de jóvenes (nada de incontrolados) en nombre de la revolución vasca. Y algo comenzó a cambiar en Altzo. Lenta pero sólidamente. La gente venció el miedo atávico y se atrevió a decir públicamente que con violencia no se va a ninguna parte. Personalmente, recuerdo al actual alcalde, Xabier Olano, entonces portavoz de Euskal Herritarrok en las Juntas Generales de Gipuzkoa, manifestarme su consternación ante aquel atentado.
Pero Pili fue mucho más que todo esto. Que no es poco, sino muchísimo. La abogada Zubiarrain Lasa impulsó los derechos de los baserritarras, denunció, sí, numerosas ilegalidades normativas en materia urbanística pero también, como abertzale, redactó interesantes informes en materia de derecho foral vasco como herramienta de desarrollo del autogobierno a través de la vía de los seculares derechos históricos. Y, además, una vez finalizada la dramática época de la violencia política, Pili se aprestó a consolidar los espacios de reconciliación social, de nueva convivencia entre vascos y vascos de todo signo ideológico. Para ello, en una experiencia que calificó como muy gratificante en lo personal, participó en programas de justicia restaurativa, buscando reflexiones conjuntas entre víctimas y victimarios de la violencia terrorista. En mi última conversación con ella, me adelantó que estaba muy ilusionada en un nuevo proyecto, emplazándome a compartirlo entre amigos, entre viejos amigos de lucha, con unas buenas alubias con sacramentos en la cocina del restaurado Arretxe de Altzo.
Haundia izan zara Pili, akordioan eta desadostasunean, zure herriko Miel Joakin Eleizegi bezain haundia. Plazer bat izan da zure bizitzaren parte izatea, zati ttiki batean izan bada ere. Ohore bat, zure alboan askatasuna eta demokraziaren alde lan egitea. Zure eredua, gure bidea da. Agur eta ohore. Egun handirarte, Pili maitea.