Empezó u mandato al más puro estilo de Putin, hablando de anexionarse el Canal de Panamá, Groenlandia y Canadá. Y siguió con el baile de aranceles. En Canadá la respuesta ha sido igual de enérgica en aranceles. Como resultado, pocos canadienses compran productos de EE.UU. La guerra comercial ya se nota en el coste de la vida de los estadounidenses y Trump va perdiendo apoyos. Son muchos los decepcionados con su voto, y más cuando ven que está en entredicho la seguridad de sus datos personales en manos del gobierno federal. Durante la campaña electoral, cuentas de redes sociales afines a Trump tildaban a Biden y otros de pedófilos. Nancy Mace, republicana de la Cámara de Representantes, afín a Trump, ha acusado a las personas trans de ser depredadores sexuales. Y siguiendo su ya tradicional falta de coherencia, la administración Trump presiona a las autoridades rumanas para que levanten las restricciones de viaje a Andrew Tate, otro adalid del presidente estadounidense, que se enfrenta a cargos penales en Bucarest. Fue detenido con su hermano en Rumanía en 2022 acusado de trata de personas, conducta sexual inapropiada y blanqueo de dinero, así como de iniciar un grupo de delincuencia organizada. Lo dice el Financial Times, un medio nada sospechoso de ser de izquierdas. En enero, un exasesor de Putin, Illarionov, dijo que el objetivo de Putin en las conversaciones en curso con Trump sobre Ucrania es poner fin al paraguas estadounidense sobre Europa para allanar el camino a una invasión rusa. Poco después, el secretario de Defensa, James Mattis, obedientemente anuncia que Estados Unidos ya no es el principal garante de la seguridad de Europa. Meryl Streep, cuyas palabras en la campaña me too siempre recordaré, afirma sobre Donald Trump que la falta de respeto invita a la falta de respeto y la violencia incita a la violencia. Cuando los poderosos utilizan su posición para intimidar a otros, todos perdemos. Nada que añadir por mi parte.