La empresa INTEL, hasta ahora líder indiscutible de la industria de semiconductores, atraviesa la peor crisis de su historia. La empresa anunció el despido de más de 15.000 empleados en el marco de un plan de reestructuración que le ha llevado a perder 15.322 millones de euros en el tercer trimestre del 2024.
INTEL fue fundada en 1968 por un grupo de científicos escindidos de Fairchild Semiconductor, entre los que se encontraban Robert Noyce, Gordon Moore y Andy Grove.
El éxito de INTEL comenzó cuando la compañía japonesa Busicom le encargó una remesa de microprocesadores para calculadoras programables. Para ello, INTEL ideó un chip revolucionario que podía ser utilizado en múltiples dispositivos sin necesidad de ser rediseñado. Así nació en 1971 el primer microprocesador, el INTEL 4004. Posteriormente la empresa lanzó el INTEL 8008, capaz de procesar el doble de datos que su antecesor.
En 1981, INTEL desarrolló los procesadores 8086 y 8088, e IBM seleccionó el 8088 para su PC, provocando la creación de un inmenso mercado para los ordenadores compatibles. En 1982 apareció el revolucionario 80286.
Una de las decisiones críticas adoptadas por INTEL fue fabricar el procesador 80386 internamente, estrategia que cimentó la capacidad de INTEL para fabricar sus propios procesadores, estableciendo su posición de liderazgo indiscutible a principios de la década de 1990.
Resulta desconcertante que una empresa que, bajo el mandato de sus padres fundadores, se constituyó en paradigma de la innovación tecnológica, haya caído en declive. Trataré de explicar el proceso que ha llevado a INTEL hasta su situación actual.
El primer factor a examinar corresponde al llamado proceso de esclerotización de las empresas, por el cual las empresas ya establecidas son prisioneras de asunciones fuertemente arraigadas, formas de analizar la información y heurísticas de resolución de problemas que constituyen su forma de interpretar el entorno competitivo, convirtiendo las soluciones que permitieron su desarrollo original en factores de rigidez organizativa.
La lógica dominante filtra e interpreta la información proveniente del entorno competitivo, atenuando la complejidad y guiando las estrategias, sistemas y comportamientos de la organización. De hecho, los directivos sólo consideran las informaciones y las señales de entorno que estiman relevantes por parte de la lógica dominante de su empresa.
El problema es que la lógica dominante, que puede resultar eficaz para un entorno competitivo concreto, deja de serlo al cambiar las condiciones de entorno. Dicho de otra forma, la lógica dominante tiende a capturar la ventaja competitiva del presente pero desdeña las posibilidades futuras.
Como resultado, las empresas se osifican y experimentan serias dificultades para adaptarse a las nuevas modalidades de competitividad. De hecho, cuanto más tiempo ha estado vigente una lógica dominante en el seno de una organización, más difícil resulta desprenderse de ella.
En el caso de INTEL, la empresa ha sido víctima de su lógica dominante en diversas ocasiones, por ejemplo, mientras que la mayoría de sus competidores subcontratan la producción de chips, INTEL ha mantenido su modelo de fabricación integrada. Esta decisión, que en un principio parecía estratégica, ha resultado un lastre al aumentar los costes y dificultar la adaptación a los cambios tecnológicos.
En 2005, cuando Apple preguntó a INTEL si le suministraría procesadores para sus iPhones, INTEL rechazó la solicitud porque creía que el acuerdo no era rentable por las escasas series planteadas. Esta decisión hizo que INTEL perdiera el mercado de los dispositivos móviles en favor de Qualcomm y Mediatek.
A esto hay que añadir que el mercado de los ordenadores personales, que ha sido la base del negocio tradicional de INTEL, ha experimentado una desaceleración de la demanda en los últimos años, afectando a los ingresos de la compañía.
Finalmente, cabe señalar la falta de adaptación de INTEL a la aparición de la Inteligencia Artificial. Así como NVIDIA disparó sus ingresos por sus chips adaptados al procesamiento de la IA, INTEL llegó tarde a la gran revolución tecnológica de esta década, a pesar de que mantuvo conversaciones con OpenAI sobre oportunidades de inversión en 2017-2018, desechando la opción porque creía que los modelos de la Inteligencia Artificial Generativa serían difíciles de comercializar a corto plazo.
Como se aprecia, INTEL se alejó progresivamente del precepto proclamado por Andy Grove, su histórico Director General, quien postulaba que “sólo los paranoicos sobreviven” para enfatizar la necesidad de adaptarse en permanencia a las nuevas tendencias tecnológicas y de mercado.
El segundo factor que explicaría la decadencia de INTEL es la financiarización. Este fenómeno tiene su origen en las teorías desarrolladas por economistas como Milton Friedman, Michael Jensen y William Meckling, quienes argumentaron que la cuestión fundamental en la gestión empresarial era lograr que los ejecutivos centraran su atención en maximizar la riqueza de los accionistas.
En el marco de la financiarización, las empresas tienden a emplear sus beneficios para recompensar a los accionistas, a menudo a través de la recompra de acciones y los dividendos, en lugar de reinvertir las ganancias en medios productivos y en I+D.
Conforme a las estadísticas publicadas, INTEL es la novena empresa americana en el ranking de compradores de stocks propios. Así, desde 2016 hasta 2020, INTEL gastó 67.000 millones de dólares en activos de producción y 66.000 millones en I+D, pero también distribuyó casi 27.000 millones de dólares en dividendos y empleó otros 45.000 millones en la compra de acciones propias.
Los fondos empleados en la compra de acciones propias han beneficiado sobremanera a los ejecutivos de INTEL, cuyos incentivos se fundamentaban en primas basadas en acciones. Al aceptar el rendimiento de las acciones como la medida del desempeño empresarial, los ejecutivos de INTEL han perdido el interés para aplicar estrategias de inversión innovadoras.
Por todo ello, el investigador canadiense William Lazonick afirma que las empresas gobernadas por el precepto de “la primacía del accionista” se han deslizado desde un modelo de “creación de valor” hacia otro basado en “la extracción de valor”, por el cual la obsesión por los resultados a corto plazo conduce a la destrucción de valor a largo plazo.
Leslie L. Vadász fue responsable del departamento de diseño en tecnología MOS en INTEL, participó en el desarrolló el primer microprocesador INTEL 4004 y dirigió el desarrollo de la primera RAM dinámica altamente integrada, así como los primeros chips EPROM.
En 1991 Vadász fundó INTEL Capital, el fondo de inversión de INTEL, y fue presidente hasta su jubilación en 2023. Desde su creación, INTEL Capital invirtió en más de mil empresas. En el momento de su jubilación, Vadász lamentó que, a pesar de todas las inversiones realizadas en startups, “no pude cambiar el alma de INTEL”.