Finalmente, el pleno del Parlamento Europeo puso fin al thriller de la reelección de Ursula von der Leyen como presidenta de la Comisión Europea. Con 401 votos, el 55,6% de la Eurocámara, la política alemana volverá a dirigir la principal institución ejecutiva del proyecto europeo. Eso sí, sin ninguna ilusión, emoción, ni ilusión, todo hay que decirlo. Este segundo mandato se inicia bajo la premisa de que la candidata elegida es una especie de “mal menor” para todos los que la han votado. Entre los suyos, los populares, muchos lo han hecho tapándose la nariz y por disciplina. Los socialistas porque no tienen candidato alternativo, ni votos para presidir la Comisión. Y los liberales, venidos a menos en las elecciones del 9J porque con Von der Leyen podrán ser alguien en el nuevo Colegio de Comisarios, para empezar con la nueva vicepresidenta Alta Representante de Política Exterior y Seguridad de la UE, la estonia Kaja Kallas. Con tres grupos de extrema derecha en el nuevo Parlamento, la cosa no estaba para bromas, ni para alcanzar los cielos. De eso se ha valido Von der Leyen para volver a ser la inquilina del Berlaymont y, en su discurso de exposición del programa de gobierno, ha repartido medidas que agradaran los oídos a un lado y otro de la Cámara, dejando al margen a los radicales de izquierda y de derecha.
Prosperidad y competitividad
Las nuevas líneas estratégicas y prioridades que pretende llevar adelante Von der Leyen durante el próximo lustro responden a un lema: “la elección de Europa (Europe’s choice)”. Se trataría de poner en marcha un plan para una Europa sostenible, próspera y más competitiva. Sin abandonar el Pacto Verde, antepone claramente la necesidad de mejorar la competitividad de las industrias y las empresas europeas. Para ello, plantea facilitar y profundizar los negocios de nuestro Mercado Único; construir un acuerdo industrial limpio para descarbonizar y reducir precios de la energía; poner la investigación y la innovación en el corazón de nuestra economía; aumentar la productividad con tecnología digital y difusión tecnológica; invertir masivamente en nuestra competitividad sostenible y abordar la brecha laboral y de habilidades.
Seguridad y defensa
La segunda prioridad, que se ha colado en la agenda europea a raíz de la invasión rusa de Ucrania, es la seguridad y la defensa. Se pretende una Unión Europea de la Defensa, con mucho más énfasis en su enfoque industrial que operativo o geopolítico. Se trata de depender menos en armamento y herramientas de ciberseguridad de EEUU, pero no se aleja de las directrices de la OTAN. Y se hace un híbrido de la seguridad añadiendo en este capítulo las fronteras exteriores y, por tanto, se aboga por una migración regulada y segura. La obsesión por los riesgos exteriores es evidente y, bajo el influjo ultra, se considera tan peligroso a Putin como a los pobres emigrantes que tratan de llegar a nuestras tierras huyendo de sus dramas en origen. La tercera prioridad, y llama la atención que quede tan abajo, es apoyar a las personas, fortaleciendo nuestras sociedades y nuestro modelo social.
Alimentación, democracia y Europa en el mundo
Para el final quedan tres prioridades más. Sostener nuestra calidad de vida gracias a la seguridad alimentaria, el agua y la naturaleza. Además, se vuelve a incluir como en 2019 el pilar de protección de nuestra democracia y de defender nuestros valores. Y de la misma forma, se reitera la necesidad de que la UE sea más fuerte en el mundo siguiendo con el modelo multilateral de relaciones internacionales. Realmente, pues, las novedades consisten en poner por delante la competitividad industrial tratando de no abandonar los objetivos de sostenibilidad y convertir la seguridad y defensa en una especie de nueva obsesión europea. Lo demás, medidas para tratar de contentar al mayor número de eurodiputados posibles, aislando así a los grupos de ultraderecha y a la izquierda radical. Empieza así una legislatura y un trabajo de la nueva Comisión bajo el mando de la misma persona, Ursula von der Leyen, quien a buen seguro tiene por delante una difícil tarea de mantener un consenso de las fuerzas centrales del Parlamento Europeo y sortear los problemas que desde fuera vendrán a tratar de hacer zozobrar el proyecto europeo. Aunque sea como mal menor, mucha suerte señora Von der Leyen, porque su suerte será la nuestra.