En Gaza se ha perdido toda medida de un mínimo respeto del derecho internacional de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario –tanto por unos como por otros, aunque en proporciones bien distintas-.

El sábado pasado el gobierno de Netanyahu anunciaba cual triunfo supremo la liberación de 4 de los rehenes tomados por Hamas en los inaceptables ataques del 7 de octubre. Podría haber sido una buena noticia para quienes no distinguimos entre víctimas de graves violaciones de derechos humanos, ya que todas tienen iguales derechos a verdad, justicia, reparación y no discriminación.

Pero para liberar a esas 4 personas, que se encontraban retenidas en un campo de refugiados hipersaturado, las fuerzas armadas israelíes mataron a más de 270 personas e hirieron a otras 600, según fuentes de la ONU.

La orden de detención formulada contra Netanyahu y su Ministro de Defensa por el fiscal de la CPI ya indicaba que el derecho internacional humanitario reconoce el derecho a liberar a esos rehenes pero no por ello permite matar a personas no combatientes por bueno que sea el fin que te propongas. Tras los hechos, el Relator Especial de la ONU sobre la promoción y protección de los derechos humanos y las libertades fundamentales en la lucha contra el terrorismo, afirmó que el rescate por parte de Israel de esos cuatro rehenes en Gaza puede haber sido lanzado ilegalmente anticipando que las bajas civiles serían excesivas, y presuntamente también se pudo cometer otro crimen de guerra adicional de perfidia al disfrazar a algunas fuerzas como civiles protegidos para realizar ese cometido.

Ni Netanyahu ni su gobierno tienen el más mínimo respeto por la vida de no combatientes palestinos. Y pone además en peligro las vidas del resto de rehenes. Cosa que no le importa ni ha pasado desapercibida ni por sus familiares ni por la parte de la sociedad israelí que se manifiesta. Y su ministro de defensa dimitió por considerar que fue blando. ¡Qué barbaridad!