¿Cuántas veces podemos volver a tropezar con la misma piedra? El refrán dice que los humanos somos los únicos que lo hacen dos veces: los demás animales aprenden. No lo tengo tan claro, no por el resto de la naturaleza, sino por nuestra especie, empeñada en tropezarse con una enorme piedra, cargarla sobre los hombros y subirla hasta lo más alto para que luego la roca vuelva a caer. Y vuelta a empezar. Ya, ya sé que eso es otra historia, de la Odisea, que esa era la condena de Sísifo, que también era rey y también un ejemplo de algo muy humano. Tropezar con piedras o hacer trabajos inútiles que acabaremos repitiendo nos hace humanos. Entregar nuestros datos y sobre todo nuestra identidad digital también nos hace humanos y esclavos. Vivimos en una época en la que para comprar una simple entrada de un espectáculo, además de pagar una comisión a la empresa que hace la venta a través del móvil, les tienes que regalar todos los datos que se les ocurran. ¿Por qué razón? Ah, un misterio que nunca se justifica ni explica: el hecho es que tú quieres comprar algo y para ello tienes que aceptar sus condiciones. No hay defensa. Un día te prometiste no volver a hacerlo, pero ahí estás de nuevo entregando cosas personales y aceptando condiciones seguramente legales (por el momento) pero de dudoso nivel moral.
Y llega un día en que te enteras de que esos datos han sido robados o comprometida tu seguridad porque hay hackers malvados que hacen esas cosas a las compañías de teléfonos, los bancos, las energéticas o la dirección general de tráfico. Ahí ya no piensas en piedras ni en sísifos, más bien en ese ser mitológico también, el uróboro, un monstruo que se comía la cola persiguiéndose incansable, algo entre lucha eterna y esfuerzo inútil. Lo que nos hace humanos es crear imágenes poderosas que explican nuestra estupidez pero no aprender nunca la lección.