Por delante dejemos claro que un paseante o un manifestante que reivindica pacíficamente derechos o memoria merece la seguridad de no verse arrollado por una carga policial o una descarga de foam. Que la integridad física es un derecho inalienable y su transgresión un delito, venga de donde venga. Sentado este principio, hablemos de la estrategia política de los debates-consigna tan interesados como inútiles para la ciudadanía.

Chirría hasta la dentera la apelación a un “nuevo modelo policial” cada vez que asistimos a incidentes incívicos respondidos con el uso de la fuerza policial. Me da igual si su radicalidad es política, futbolera o ambas; son vándalos por igual. Sensibilidades que se reivindican de izquierda activan el reproche por los “excesos” policiales en la respuesta a los incidentes vandálicos que promueven tipos vestidos y dotados de material para la ocasión. Arnaldo Otegi calificaba esta semana a la Ertzaintza de “descontrolada” pero en su relato no existían los altercados, lanzamiento de objetos, bengalas y mobiliario urbano previos en Gasteiz, Bilbao y Donostia en las últimas semanas, pretendiendo que todo empieza y termina con la intervención de la Ertzaintza en medio de un pícnic de alegres y pacíficos jóvenes.

Echo en falta de estas voces una reflexión sobre un nuevo modelo de protesta y reivindicación que no convierta a la ciudadanía en rehén de actos violentos premeditados y encapuchados, o a los representantes públicos en diana de los insultos de quienes sustituyen el razonamiento por el exabrupto machista, homófobo, xenófobo o patriótico de cualquier signo.

Sobre todo porque el otro debate, el del nuevo modelo policial, es una pura filfa no descrita ni articulada, yacente en terrenos comunes de presunto buenismo que asocia a las derechas con la porra y a las izquierdas con las margaritas. Pero cuando se repasan las actuaciones policiales de los modelos sociopolíticos más afines a ese discurso, se topa uno con represión y muerte, violación sistemática de derechos humanos y silencio igual de sistemático de aquellas voces frente a esa represión. Acabarán jugando a poli bueno, poli malo.