Pasó a la fecha del domingo 18 de febrero y ya tenemos la sentencia dictada por el electorado gallego. Sonrisas para unos, especialmente en el PP y BNG, más los segundos que el primero y llanto y crujir de dientes para otros, PSdeG, Sumar y Podemos en la izquierda estatal y VOX en la derecha extrema.

Pero planeando sobre todo ello la revalidación de mayoría absoluta del partido de Rueda y Feijóo, en unas circunstancias extremas que en algunos instantes aterrorizó a sus dirigentes.

El PP y su líder salvaron el primer match ball del largo partido hasta 2027, el siguiente vendrá con las elecciones vascas, el 21 de abril, y más tarde las europeas el 6 de junio, culminando con las catalanas de primavera del próximo año.

Durante la última semana previa a esa fecha, los graves errores cometidos por Feijóo y su equipo provocaron la esperanza de que el cambio era posible. Un suspiro de satisfacción llegó desde Génova cuando iba pasando el recuento de la noche electoral y la mayoría absoluta se iba consolidando.

Por el contrario, desde la otra orilla, en la izquierda aparecía la desmoralización ante los peores resultados de su historia. El PSdeG, con nueve parlamentarios, no daba crédito ante el estrepitoso fracaso.

Por su parte Sumar y Podemos alcanzaban un irrisorio nivel de votos. En concreto, los segundos, incluso por debajo de PACMA. Supongo de Don Pablo Iglesias, desde su torre de marfil de Galapagar, habrá realizado su correspondiente autocrítica,

Algo se había hecho mal, muy mal, aunque en sus comparecencias no terminaron de asumirlo. Siempre acaba apareciendo una excusa que tapa la propia responsabilidad.

Queda mucho por analizar a partir de ahora si se pretende que los errores no acaben repercutiendo en las elecciones que suponen una revalida mayor; las europeas del 6 de junio.

Galicia era terreno enemigo, aunque la izquierda estatal pretendía darle la vuelta al amparo del BNG, que es quien más puede sacar pecho después del domingo.

Se ha demostrado que partían en mejores condiciones, con una candidata ya rodada, con tirón electoral, una implantación consolidada después de cuatro años de trabajo duro y serio.

Por el contrario, la izquierda estatal aparecía con nuevos candidatos poco conocidos, divididos en el caso de Sumar y Podemos y con escasa implantación en las zonas rurales. Cambiar esa situación es lo que les queda pendiente para los próximos cuatro años.

Además, se apuntaron a una campaña de tintes nacionales, olvidando que al electorado gallego lo que le interesa es lo de allí, aquello que les afecta en el día a día y eso quien mejor lo supo entender fue el BNG y en menor medida el PP, especialmente porque ese es un espacio que lleva trabajando muchos años y que probablemente fue lo que le salvó de los errores cometidos al final de la campaña. Ahora nos llegan los sesudos análisis que inundan los medios de comunicación. Sería recomendable para evitar batacazos posteriores que afinen mucho los mismos.

¿Ha afectado como señalan desde el PP asuntos de ámbito nacional como la amnistía o los pactos del gobierno con los independentistas? No parece que sea así cuando el partido más beneficiado, especialmente por el trasvase de votos desde la izquierda estatal, ha sido el BNG, precisamente de carácter independentista, partidario de la amnistía y asociado con el independentismo vasco y catalán.

Tampoco, y esta es una clave fundamental, ha existido un trasvase importante de votos desde la izquierda a la derecha, que eso sí provocaría un elemento estratégico de cara al futuro.

Los votos de izquierdas y derechas se han mantenido prácticamente en igual medida que en 2020. Los trasvases se producen exclusivamente en clave interna en cada sector. Incluso la izquierda los ha mejorado, pasando de una diferencia con la derecha de 44.000 votos a 26.000 ahora.

Este dato, la ausencia de trasvases entre sectores ideológicos, es vital para realizar un análisis correcto. De ahí la tranquilidad que se detecta en el PSOE a pesar de esos adversos resultados. Son conscientes de que esos votos que se van a BNG en Galicia se van a recuperar en comicios generales e incluso europeos.

En estas últimas con más razón al ir coaligados con Bildu. Los votantes socialistas que ahora han recibido volverán de nuevo al PSOE al ver a Pernando Barrena encabezando las papeletas.

Pasamos por tanto página de Galicia y volvemos de nuevo a la actualidad política estatal que se sitúa de nuevo en clave catalana.

Las negociaciones entre PSOE y Junts de cara a la amnistía, con la prórroga aprobada hasta el próximo 7 de marzo, o las excentricidades del juez García-Castellón, que ya han tenido su respuesta desde Suiza reclaman nuestra atención.

Para sus tesis acusando de terroristas a Puigdemont y Marta Rovira por el caso de Tsunami Democrátic supone un severo revés que la Oficina Federal de Justicia de este país haya suspendido la comisión rogatoria cursada al no ver entre otras circunstancias la implicación de Rovira y por tanto cuestionando su acusación por terrorismo.

Así, nos encontramos que, sin apenas tiempo para saborear su triunfo en Galicia, el PP vuelve a tener una mala noticia. Solo les falta ya que el 6 de marzo socialistas y Junts alcancen un acuerdo que desbloquee la amnistía.

El remate sería que los presupuestos para este año puedan salir adelante y unas elecciones vascas en las que sus resultados no parecen demasiado halagüeños.

Veremos.