La clase judicial ha reaccionado en bloque, corporativamente, al sentirse cuestionada en la acción de algunos de sus miembros por razón de su adscripción a estrategias políticas. A las y los jueces, con independencia de sus preconcepciones –es lo que desarrollan los profesionales de la Magistratura en lugar de subjetividad, según me explicó el presidente de un Alto Tribunal cuando le cuestioné al respecto hace años–, les irrita en extremo que se cuestione su independencia.

Ahora ha hecho fortuna la expresión lawfare, que es la pura y dura utilización del derecho por parte del establishment para impedir, perseguir o condenar el ejercicio de la política de quienes no están alineados con él. La práctica del lawfare está constatada por los propios profesionales del Derecho, dispone de amplia literatura por parte de expertos y no se ha inventado para asegurar la investidura de Pedro Sánchez, como parecen pretender hacernos creer. Por eso, que su mero enunciado provoque la exigencia de impedir su prevención dice muy poco en favor del colectivo. No es justo poner bajo sospecha a toda la magistratura como no lo es amparar la impunidad ante precedentes escandalosos de connivencia.

Por eso, la reacción exacerbada del colectivo se desacredita cuando coincide con un ejercicio tan explícito de lo que se denuncia por parte de quienes okupan, sin control ninguno, el órgano de gobierno de los jueces –el CGPJ– sometiéndolo a anomalía democrática. Las garantías jurisdiccionales que se esgrimen para explicar que el poder legislativo no debe analizar al judicial se desfondan cuando la cúpula de esas garantías se deslegitima a sí misma.

Se apela a una suerte la soberanía, de autodeterminación del Poder Judicial, cuando se exige la separación de poderes sólo en beneficio de éste. ¿Qué mecanismo queda para el control civil de un poder judicial democrático si se desvincula del legislativo, representante de la soberanía ciudadana, la elección de su gobierno y este ejerce la política declarativa y el veto normativo? Con la propuesta de que lo elija el propio colectivo, ninguno.