Joxi, ¿te acuerdas de lo que nos decía la amona Feliciana sobre cómo bailar bien? “Atzekoak erakusten du, aurrera nola dantzatu”. Siguiendo sus sabios consejos, en la danza de la vida a nuestra familia nos ha tocado mucho mirar hacia atrás, diría demasiado; y especialmente durante estas últimas semanas en las que se cumplen 40 años desde que te fuiste con Joxean.

Sé que estabas atento cuando Iñaki habló en Tolosa sobre ti. Nosotros, tu familia, queremos añadirte algunos calificativos más. Por ejemplo, generoso. Aún me acuerdo de aquel día en que volviste sin la txamarra que te había comprado la ama. “Se la he dado a una persona que la necesitaba más que yo”, le respondiste. Otra anécdota. Con tu primer sueldo compraste un tocadiscos para casa. ¡Qué alegría! También el disco de Estitxu para la ama con la canción Errotazahar maitia, como el nombre del caserío de nuestra familia materna. Recuerdo tu sentido de la justicia, tu compromiso con la causa feminista... y, ¡cómo jugabas con nosotros, tus hermanos pequeños!

La vida nos ha regalado muchos y bellos momentos felices, decisivos para poder conservar la cordura ante tanta sinrazón. Sí, es cierto, nos ha tocado mucho mirar hacia atrás y luchar por dignificar tu memoria. El paso del tiempo nos puso en la tesitura de elegir entre dos opciones, o vivir anclados en el pasado en un duelo sempiterno, reivindicando una y otra vez lo nuestro o, por el contrario, aprovechar las lecciones de las injusticias sufridas para ver también las de los demás, para intentar sanarlas en el presente y separarnos un poco del yo para ir hacia el otro. Lo hemos hablado muchas veces. En nuestras conversaciones, yo te digo que quiero dar más pasos. Y a ti te sigue sorprendiendo mi ingenuidad y esa cabezonería condenada a la esperanza.

Bueno, ya ves, hoy la ama recibe por fin un reconocimiento oficial. Falta la de otros estamentos, pero no perdemos la esperanza. Y lo recibe a sus casi 93 años, dándonos lecciones de alegría de vivir, con paz interior, serenidad, y orgullosa de sus seis hijos y de tus cinco sobrinos. Está contenta, porque estamos todos, también el aita. ¡Mira cómo sonríen los dos! Le ves leer a diario y escuchar la radio cada día, quiere seguir aprendiendo y lo apunta todo en su libreta, también cada día, y te sigue recordando, cada día… Hija y nieta de pastores ha sabido cuidar de nuestro rebaño. Conoce la importancia de la tierra, de cultivar, plantar y esperar para que, luego, si todo va bien, se puedan recoger los frutos.

¡Y qué difícil es hacerlo en tierras inhóspitas como las que nos hemos visto obligadas a transitar! Una virtud, la de crecer en condiciones adversas, que –dicen– posee el algarrobo. En las antiguas civilizaciones de la cuenca del Mediterráneo, se consideraba a este árbol como un símbolo de alimento, tenacidad y memoria colectiva. Un punto de contacto entre el pasado y el presente. Sí, el plantar ese algarrobo en Bussot nos ha permitido acercarnos más a ti, nos alimenta y nos va a hacer más perseverantes si cabe. Representa resignificar aquel lugar desértico, como importante va a ser también dar una nueva vida a La Cumbre. Una bonita forma de volver a conectar nuestras vidas más allá de aquellos últimos pasos, para no recordarlos sólo como pasos perdidos, para transformarlos, para revertir aquella última danza zorigaiztoko.

Para que la amona, allá donde esté, vea que sus nietos le hicimos caso, que aprendimos de ella, que seguimos mirando hacia atrás, sí, pero únicamente para dar pasos firmes hacia adelante.

Maite zaitugu.

Maitasunez.