Que los resultados electorales del 23-J no permitan gobernar en pack a las derechas extremas les ha dejado desconcertadas. Aún se preguntan qué ha ocurrido para que la sociedad haya reaccionado a tiempo, privándoles de una victoria que todos sus mamporreros predecían.

Pero como consideran que ese error antinatural debía ser corregido, decidieron presentar la candidatura de su líder, Núñez Feijóo. Intentaron primero convencer al PNV, a pesar de las constantes negativas que les iban lanzando. Incluso en una jugada para ser enmarcada, fueron capaces de buscar el apoyo de los malvados Junts, para sorpresa de una sociedad española perpleja con estos movimientos.

Deberían hacer un análisis riguroso del por qué les dan la espalda desde Euskadi y Catalunya. Qué han hecho mal para que eso ocurra. Pero el final del esperpento ha sido intentar buscar esos cuatro votos que les faltan en las filas socialistas. En esas andan a la hora de escribir esta reflexión.

Parecen ignorar que esa desfachatez a la hora de mendigar sin ningún pudor que al menos haya 4 tránsfugas en las filas socialistas, lo acabarán pagando electoralmente.

Convendría recordarles que a raíz de un caso parecido, el Tamayazo ocurrido en el parlamento de Madrid en 2003, que arrebató la presidencia a Rafael Simancas, para pasar a Esperanza Aguirre por los votos de dos socialistas, Tamayo y Sáez, la presión social y política les obligó a firmar a regañadientes un pacto de estado contra el transfuguismo.

Muy desesperados tienen que estar para a estas alturas saltarse aquel importante acuerdo llamando a las actitudes que pretendía erradicar. Hay que preguntarse con qué legitimidad Feijóo tuvo una reunión con Pedro Sánchez ofreciéndole varios pactos de estado, cuando no es capaz de cumplir ni este. Lamentablemente, en este desvarío han tenido el apoyo de algunos de los que se denominan “vieja guardia” del PSOE, que no se resignan a un papel secundario en el que deben respetar a los actuales dirigentes del partido y las decisiones que se toman.

Así, Felipe González y Alfonso Guerra, acompañados de personajes de un negro pasado como Barrionuevo o Rodríguez Ibarra, han aprovechado la presentación de un libro del segundo (La rosa y las espinas, supongo que esto referido a ellos mismos) para dar palos a Pedro Sánchez y, por tanto, al PSOE.

Resulta lamentable que hayan puesto el carro antes que los bueyes ya que atacan una decisión, la supuesta amnistía, que aún no se ha tomado, porque ahora se está en la investidura de Feijóo.

En vez de criticar este hecho condenado de inicio al fracaso y el mes de pérdida de tiempo para el país que provoca, han preferido dirigir su artillería contra su secretario general ayudando al enemigo.

Tampoco han hecho mención a ese llamamiento al transfuguismo realizado desde el PP. Menos mal que actualmente no son diputados, porque con este comportamiento generan muchas dudas de que fueran disciplinados.

A los antiguos dirigentes de mi partido les recordaría que cuando lo dirigían se puso de moda aquella cita para la historia de Alfonso Guerra; “el que se mueve no sale en la foto” y ya se sabía que no salir era quedar fuera de cualquier puesto, o lista electoral. Era simplemente fallecer políticamente hablando.

Era que si discrepabas y pertenecías al Comité Federal cuando pedías la palabra, aunque fueras el primero, en el mejor de los casos te tocaba hablar al inicio de la sesión de la tarde ante media docena de compañeros aún con los efluvios del vinito de la comida.

Era que cuando el Agostazo de 2007 en Navarra, la discrepancia ante lo que ocurrió llevara a que te llamara Pepe Blanco al más puro estilo del emérito, para que te callaras bajo amenaza de expulsarte fulminantemente.

O, como en mi caso, te expulsaban fulminantemente por decir en 2010 que Otegi trabajaba para llevar a la izquierda aber-tzale por la senda democrática que ahora ellos aplauden. El comportamiento de quienes ahora se escandalizan en el PSOE era así y peor, no con quienes colaboraban con la derecha, sino con quienes discrepábamos cuando eso ocurría.

Se queja también uno de los suyos, Nicolás Redondo Terreros, de haber sido expulsado, no solo por comportamientos como el de González y Guerra, sino también por haber participado en las campañas electorales de Ayuso, o tener habituales comidas, la última hace apenas unos días, casualmente acompañados de Leguina, con el gurú del PP José María Aznar.

Pero detrás de toda esta campaña contra Sánchez, al que, por cierto, desde mi posición de expulsado apoyo con entusiasmo mientras continúe por ese camino, está el empeño de los poderes fácticos económicos, políticos e incluso religiosos para evitar un nuevo gobierno de progreso. Es un pulso para quebrarle en el que, por cierto, los progresistas nos jugamos mucho.

Este país también, porque si al final se pacta la amnistía (por cierto no prohibida en nuestra Constitución), como aclaración necesaria solo para los acontecimientos de 20217 en Catalunya, nos traerá un periodo de más paz y convivencia. ¿Por qué no acordar a cambio su compromiso para no reivindicar la vía unilateral al menos en esta legislatura, que es en lo que estamos?

El acto del domingo en Madrid es el pasado, un mensaje antiguo, caduco, de confrontación y discordia que debe ser parado cueste lo que cueste.

Por eso ahora toca a los de dentro y también a los de fuera apoyar a Pedro Sánchez, protegerle, darle ánimos y fuerza para que resista.

En especial Junts debe tener en cuenta que si colabora a quebrarlo ,parte de su electorado no se lo va a perdonar, ya que será una de las fuerzas damnificadas por las consecuencias. Una repetición electoral puede tener efectos devastadores para ellos, incluso con la pérdida de al menos dos diputados (Tarragona y Girona).

Apoyemos pues a Pedro Sánchez en su empeño, que ahora mismo es el de todos los de izquierdas, los progresistas, seamos centrales o periféricos.

Veremos.