Pues este señor con flequillo de niño travieso ha cambiado el país al revés. Sus poquitos votos son el candado que puede abrir o cerrar el futuro de una nueva vida.

Me resulta difícil olvidar los coches quemados y los continuos disturbios en Cataluña que llevaron a sus líderes al exilio o a la cárcel. Eso fue una realidad que vimos todos. También vimos la humilde casa que le acogía en Waterloo. Después de muy poco tiempo volvemos a ver a este señor pidiendo la luna. Y le concederán la luna. Como un tierno infante escribe su carta a los Reyes Magos. Ya la ha echado al correo. Quien la abra, en vez de bicicletas, muñecas, cuentos y cochecitos, encontrará una bomba con un dispositivo movible. No estallará si el remitente no toca una pestaña donde están las condiciones para evitar que el artilugio explote. En este momento, todos los mandatarios del país tienen en su cabeza el flequillo del líder catalán en el exilio. Nadie sabe cómo peinarlo ni, por supuesto cortarlo. Estamos expectantes. En un segundo, pueden cambiar ministerios, consejerías y presidente. No hay vidente capaz de adivinar qué pasará con este especial prófugo de la justicia que no quiere volver del exilio ni esposado ni rendido. Los candidatos tienen que solucionar esta situación antes del 17 de septiembre. Queda poco tiempo. Ningún líder convence y las críticas de un partido a otro se multiplican. Parece ser que se han terminado los oradores brillantes, capaces de mediar en este descontrol. Los presidentes de la antigua –o nueva, no sé– formación política, estos días han hecho numerosas declaraciones. Felipe González, el carismático expresidente del PSOE, ha dicho que le costó votar al PSOE en la última convocatoria a las urnas y que siente la orfandad dentro de su partido. Reprocha a Yolanda Díaz que fuera a ver “con reverencia” a Puigdemont en la sede del Parlamento Europeo. “Mejor que hubiera ido a hablar con Feijóo, es más lógico que se vea con el líder popular que le ha ganado todas las elecciones en Galicia”. Por su parte, el antiguo vicepresidente, Alfonso Guerra, manifestó que esta situación que vivimos “es la condena a la Transición. Una trampa de los independentistas que no cabe en la Constitución. No me resigo, ni me adapto. No lo puedo soportar”. Por su parte, Ramón Jáuregui cree que el problema de Puigdemont está penado en todo el mundo, Joaquín Almunia, ex secretario general del PSOE, asevera que “antes de hablar de una hipotética amnistía, hay que reflexionar si el interés general de la sociedad, lo admite. Yo no lo veo”. Tampoco ve el exlíder del PSOE, Nicolás Redondo, “acordar una amnistía con una persona que se ha fugado de España pero no ha asistido a las funciones que le corresponden solo por hacer cesión de sus votos al Gobierno, es dinamitar el sistema del 78”. Lo mismo, con distintas palabras, dice Jordi Sevilla y numerosos mandos del antiguo PSOE.

Una pena no contar con las opiniones de Dolores Ibárruri, Santiago Carrillo o Julio Anguita. Creo, con todo respeto, que pertenecían a otros partidos que ya no existen. En Euskadi no se votó a favor de la Constitución. Es una realidad que, en cierto sentido, nos libera de esta luchas de guerrillas que producen rubor en las mejillas. Los altos cargos del poder judicial dan opiniones contradictorias. ¿Es posible cambiar la Constitución en tan pocos días para admitir la amnistía?

Las noticias de los próximos días pueden ser de infarto.

Periodista y escritora