el Triunvirato nada puede hacer, el Espíritu Santo ha tomado partido. Vivimos tiempos de contraste entre quienes piensan que nuestros calzones deportivos deben ser veganos, educados y solidarios, partidarios de que el mismo esfuerzo supone ser agradable como desagradable y quienes exigen que esos mismos calzones deportivos actúen en consecuencia con lo que se espera de ellos: escupitajo a la descuidada, zancadilla a la contra y recordatorio de la madre adoptiva. Por supuesto existen los otros, los centralizados; pero no interesan, no crean polémica y el periodismo activo necesita portadas.

Igual que en cualquier actividad humana, en futbolismo podemos diferenciar tres actores con un mismo objetivo: deportividad.

A/ Los jefes. En toda empresa existen y se espera de ellos que den lo mejor de sí, el futuro de la empresa depende de su buena gestión. Pero en esta actividad, los jefes no tienen nómina sino que pagan por ser jefes y pagan millones; un buen ejemplo de disonancia cognitiva. Ello les obliga a tener una doble vida y, con frecuencia, una doble contabilidad. Así, pueden ser jefe y millonario saudí, jefe y dueño de empresa del sector inmobiliario, jefe y aspirante a traficante o jefe y gerente de fondos soberanos; el segundo trabajo no es importante, lo valioso es el ser jefe. Entre ellos existe respeto y defienden los intereses de su empresa creando asociaciones nacionales (LFP) e internacionales (UEFA, FIFA), de dudosa reputación. Entre ellos la omertá de Don Corleone es un valor de obligado cumplimiento. Con frecuencia se reúnen para celebrar juegos florales sin importar que sean en Arabia Saudí, Marruecos o Qatar.

Los malpensantes no entienden que los jefes no tengan nómina; pero es que son pura devoción. Nada se puede espetar a quien pone todo de su parte, incluso por encima de sí mismo. Tema marginal es que invertir en futbolismo se ha convertido en una forma de ganar prestigio, personal y económico: representación de deportistas, derechos de televisión, lucrativas apuestas. Es anecdotista que en 2022 (Bloomberg), este sector movió en tratos empresariales 17.000 millones de dólares y en 2023 se anquilosará esa cifra; de ellos será el reino de los cielos. Algunos jefes son superdotados: Spotify paga 64 millones por temporada al F.C. Barcelona.

Pero lo más interesante es que estos jefes tienen las llaves del sancta sanctorum donde los próximos gobernantes se hacen la foto de inicio de temporada electoral; todo se contagia e incluso, con frecuencia, se paga.

Son pocos, unos 22, constituyendo un oligopolio; pero el Gobierno les deja hacer pues es el mejor controlador social de que disponen, ya desde tiempos pasados a mejor gloria del dictador, quien fue el último bastión de occidente.

B/ Los trabajadores. Dirigidos por un encargado a quien llaman entrenador. En el plano laboral son considerados trabajadores fijos temporales (inmediatamente por encima de fijos discontinuos). Son conocidos por su inteligencia, talento y capacidad de sacrificio entre quienes leen la letra pequeña de los periódicos o disfrutan con los coleccionables infantiles. Al ser muy pocos, unos 22 en cada empresa, se conocen entre ellos, se respetan y se admiran, cogen las vacaciones en periodo estival y las cenas de empresa las pagan a escote. De la solidaridad hacen su razón de ser y el ayudarse en la penumbra es su modus vivendi.

Tienen sindicatos de clase en defensa de sus intereses: AFE, FIFPRO. Existen sospechas fundadas que estas empresas no cumplen la legislación laboral al no ofertar cuatro meses por nacimiento de hijo y sospechan, cabalmente, que se les discrimina; trabajar en fin de semana conlleva limitaciones para la conciliación familiar. También se posicionan en contra del edadismo y a favor de la igualdad de oportunidades y es un clamor de equipo el que a igual trabajo corresponde igual salario. Que estas empresas muevan tanto dinero como el tráfico de armas o de estupefacientes no excusa que los trabajadores se sientan malpagados. No es relevante que entre prima de renovación y bonus de fidelidad se huchen 140 millones. Que Vinícius o Pedri/Aurelien tengan un valor de mercado de 120/90 millones de euros respectivamente, puede dar sensación alineadora respecto a otros sectores productivos. Sus sindicatos critican que el Gobierno no dicta medidas compensatorias aunque, por lo bajini, dicen que los derechos adquiridos no se tocan. No nos gusta esta discriminación por inequidad, afirman.

Pero lo que en realidad temen es la acusación de plutofobia, sin aversión a los pantalones rotos ni a tatuajes de correccional con imagen de desarrapados y desarraigados, pero que en realidad es puro modelaje

C/ Los clientes. Son los actuales argonautas, insaciables, exigentes pero también preciosistas, exigiendo más y más, todos los días, a todas horas; y el Gobierno dando más y más por no ser acusado de deslealtad hacia la necesidad, lo que constituye una demostración obscena del paternalismo del Estado. Constituyen el paradigma de control social del deporte rey, cuyo origen, descafeinado respecto a lo actual, se sitúa en el franquismo.

Estos conforman una sociedad en miniatura, multicultural, que crean asociaciones defensoras de sus derechos: Boixos, Ultras, Indar, auténticas luciérnagas de la deportividad.

Defienden lo suyo, lo nuestro, nuestros colores con bufandas y gorrillas al viento. Se les acusa de algunos delitos a veces éticos y con frecuencia también judiciales por defender a sus equipos y desanimar a los contrarios; son leales cumplidores, pero algunos son muy sibaritas. Nos acusan de racistas e incluso en el plano internacional (presidente Lula) lo generalizan al total de la sociedad; posteriormente aclararon que el racismo no surgía por los insultos, sino por las condiciones laborales de los insultados (uf, qué descanso). Recordar que de los 25 jugadores con mayor valor de mercado, doce son negros; no queremos acusar a nadie de falso testimonio sino más bien señalar que somos nosotros, los clientes, quienes bendecimos los fichajes con nuestros votos.

Se acusa de ser xenófobos pero en futbolismo el 25% de nuestros ídolos son extranjeros. La industria del futbolismo esta masculinizada, es verdad, pero la tendencia es aportar una perspectiva feminista, desde ya.

También se nos acusa de ser gremiales cuando, sin empezar el partido, el vecino de asiento despotrica contra la madre del árbitro, de los linieres, del árbitro VAR e incluso del guarda jurado que protege el autobús de los visitantes; no hacemos diferencias.

De todo lo previo existen casos aislados, que no deben empañar el bienhacer del buen aficionado. Lo contrario es de repipis.

Estamos cansados de acusaciones falsas, que somos violentos por quedar con los más valientes del otro equipo para compartir estrecheces, no importa si antes o después del partido, bonificando el amor y la concordia. También se nos acusa de potenciar el todo vale, la insolidaridad, de celebrar el gol sin importar en qué condiciones o ganar como fin último. Todo falso. Y prueba de ello es que estamos en conversaciones con el Club Negreira para fomentar un Decálogo interno de buenas maneras. Así, un gol de punterazo, se anula; si alguien cae a la hierba, un jugador con la misma posición (defensa/defensa, medio/medio) le ayudará a levantarse con manos en posición orante.

El deporte rey es un constructo animalista, donde juego limpio y respeto al rival se emborronan de manera torticera por los ateos de la amistad. Los metetes pretenden hacernos vivir una penitencia democrática, pero gozamos del favor de los políticos biennacidos. No tenemos vocación de avestruces y no confundimos la verdad sacerdotal con el desahogo del charlatán.

Demenciar un argumento sólo porque es falso demuestra un ataque al modus vivendi societario.