Calderón de la Barca inmortalizo la frase de que el mundo era el gran teatro donde la humanidad va dejando sus huellas con el paso del tiempo. De nuestros tiempos presentes podemos decir que todo es espectáculo, que los tiempos presentes se representan en una gran pista de circo donde los títeres desarrollan las querencias, odios y filias en batalla por la imagen proyectada en el quehacer de los días. Cualquier actividad humana debe salir a escena en medio de artilugios de luz y sonido para que todo luzca brillo, ritmo y cha, cha, cha. La sociedad de nuestros días requiere el envoltorio del espectáculo para que luzcan los muñecos del teatro y las luces subrayen la potencia de los contenidos, la atracción de los decibelios y los luxes de la iluminación y brillo. El mundo del espectáculo, el poderío de los contenidos televisivos, el éxito de los grandes eventos con la tele por medio, sólo son posibles si el sentido del espectáculo inunda escenarios y platós. El caso de la finalizada experiencia de una nueva edición de Eurovisión que es la prueba palpable de un éxito preclaro al pasar de un concurso agonizante y decadente a un brillante ejercicio de luz, sonido, ritmo, luces, concepción moderna del juego escénico que muestra la resurrección de un contenido recuperado para el gran consumo de las audiencias millonarias cifradas en más de cien millones de espectadores. La mezcla de factores de producción y realización desembocan en un juego moderno que atrae y subyuga, y traslada este modelo de eficacia comunicativa al consumo de los tiempos modernos. Es el triunfo del espectáculo, de los mass media, de las formas entretenidas de comunicar, en variados formatos, desde la entrega de un premio literario hasta un concurso de televisión.