No ha sido una sorpresa. La margarita estaba desojada hace tiempo, así que lo de los últimos meses no ha sido más que marear la perdiz para que la militancia fuese digiriendo una decisión ya tomada. Que Navarra Suma no sumaba lo sabían todos sus integrantes. La única formación realmente interesada en su continuidad era Ciudadanos, ahora sin padre ni madre ni perrito que le ladre, por mucho que una patética Arrimadas se venga a Iruñea a lucir tricornio y competir con Abascal en desbarre ultra. Dos telediarios le quedan a la señora para compartir con Rosa Díez, otra combativa participante en el sarao del domingo, escaños en la bancada de la nada. Pero hablábamos del descabello de Navarra Suma. Javier Esparza abandona el sueño de conseguir la jefatura del Gobierno de Nafarroa por sus propios medios, fiando su destino a un hipotético quiebro político de Pedro Sánchez en Madrid. El cálculo no es tan desatinado: un mal resultado para el PSOE en las municipales y autonómicas del próximo junio podría llevar al dirigente socialista a un replanteamiento de su política de alianzas que a su vez implicara ordenar al PSN votar al candidato de UPN. La vuelta al quesito de la toda la vida, vamos. Los dirigentes socialistas navarros aseguran que los tiros no van por ahí, pero nada es imposible en la política estatal y foral. Precedentes hay de sobra, o sea que al loro. La decisión de Esparza tampoco habrá pillado por sorpresa al PP, con menos problemas ahora para integrar a los tránsfugas Sayas y Adanero en su proyecto navarro. Esta pareja artística se ha hecho un nombre en Madrid soltándose la peineta contra Sánchez, pero está por ver si su éxito es trasladable a las mugas forales. De una forma u otra, el duelo UPN-PP para ver quién es el macho Alfa en el centroderecha navarro promete ser atómico, con Vox, además, intentando colarse en el reparto de premios. Van a ser unos meses entretenidos.