Un amplio estudio a nivel internacional sobre liderazgo político que será presentado públicamente la semana que viene, arroja, al menos en lo que se anuncia, varias consideraciones interesantes. Una, que las mujeres tienen el mayor índice de valoración como líderes. Hay esperanza –aunque Meloni venga a desmentirlo...–. Además, dice que la credibilidad, la ética y la capacidad de conectar con la población son las principales cualidades que debe albergar un dirigente, con el propósito fundamental de servir al “progreso” de un país. Hay trabajo por hacer frente a los populistas y demagogos. Los autores del informe hablan de que estamos en un contexto en el que “cada vez hay más dictaduras que han salido de las urnas”. Los tiranos no necesitan ya dar un golpe de estado militar para alcanzar el poder. Lo hemos visto en grandes potencias como la Rusia de Putin o los Estados Unidos de Trump. Probablemente en la Italia de Meloni. La extrema derecha y la extrema izquierda, los populismos de ambos bloques, se camuflan de democráticas. Fijémonos en Vox, que al mismo tiempo que coquetea torpemente con el golpismo y el guerracivilismo acaba de plantear nada menos que ocho referéndums sobre otras tantas cuestiones “trascendentales” y “que afectan a nuestra vida”. La soberanía del pueblo. Y es verdad que muchas veces los extremos coinciden: “Queremos más soberanía para decidirlo todo”. Los temas a consulta que plantea la extrema derecha son muchos de los que plantearía la extrema izquierda, aunque a la espera de resultados contrarios: soberanía energética, inmigración, educación, igualdad, ilegalización de partidos –¿el propio Vox?–, agua, subvenciones y soberanía de datos. La catadura moral y democrática de estas propuestas es tan repugnante como su argumentario negacionista, racista, machista, supremacista y filofascista. Seguir desnudándolo es una obligación ética. O terminaremos votando en referéndum si hay que convocar referéndums. ¡Más urnas, es la democracia!