Llevo un rato pensando en cómo escribir de Miren Larrion. Cómo hablar de la exportavoz de EH Bildu en el Ayuntamiento de Gasteiz sin caer en su revictimización por lo que hizo ni en lo contrario, un inadecuado y absurdo paternalismo que no conduce más que a dejar de ver a la persona adulta responsable de sus actos.

En estos meses he pensado mucho en ella. En cómo estaría y cómo llevaría el vivir en un lugar, Vitoria, de donde no se desaparece tan fácil, con miradas cruzadas acusatorias en más de una y cien ocasiones. Eso, añadido, siendo mujer, donde la culpabilidad ante ciertas equivocaciones nos pueden llegar a pasar una factura eterna.

Miren Larrion ha dado esta semana un paso valiente. Ha vuelto a hablar y a exponerse de manera pública, en una entrevista concedida a Euskadi Irratia, para contar qué le pasó. En numerosas ocasiones he escrito, relatado y entrevistado a personas que hablan de su salud mental. El estado psíquico de Miren Larrion cuando quiso suplantar la identidad de su compañera lo ha certificado la justicia en su auto. Ahora bien. ¿Somos una sociedad que permite las segundas oportunidades? ¿O hablamos de la reinserción social en el plano teórico pero no lo ponemos en práctica? ¿Es un añadido que haya sido una responsable política para que sea tratada con mayor dureza?

Preguntas para la reflexión que quizás contestaba la propia Miren Larrion durante su entrevista. “Algunos preferirían que las personas como yo vivan en un estado de castigo permanente, que siempre lo estén pagando”.

Por contra, agradeció los “muchos apoyos” que ha recibido durante estos meses aunque también reconocía que ha habido quien le ha tratado “con crueldad”. Sin nombres ni apellidos. Tampoco cuando aseguró que se sintió amenazada, atacada e hipervigilada en aquellos meses. No seré yo quien le pregunte por esta incógnita que ha dejado abierta si alguna vez me encuentro con ella. Hacerlo sería no permitirle que se recupere como deseamos para otras personas de las que no sabemos su nombre pero sí que su salud mental está quebrada. Y si lo deseamos para las anónimas, ¿por qué para ella no?