- El PSOE ha vuelto a unir sus votos a PP, Vox y los restos de serie de Ciudadanos para evitar que en el Congreso suene una lengua distinta al castellano. Lo escribo, lo releo y miro el calendario. A estas alturas del tercer milenio, sigue siendo línea rojigualda infranqueable que en la principal cámara de representación del Estado español se hable única y exclusivamente en cristiano. Si no fuera porque nos conocemos y tenemos una abundante bibliografía presentada en materia de jacobinismo cañí, sorprendería la oposición berroqueña, casi atávica, de los grupos arriba citados (incluyan a los expulsados de UPN) a permitir que las diputadas y los diputados puedan expresarse en el idioma en que se sientan más cómodos o piensen que es el más adecuado para transmitir su mensaje. Nadie se perdería nada. Bastaría un equipo de traducción simultánea para que el debate fluyera con absoluta naturalidad. Hay decenas de actividades tanto políticas como extrapolíticas en que se actúa así.

- No sé si decir que provocan sonrisas o directamente sonrojos los razonamientos (o así) en contra. Lo del gasto innecesario en traductores cuando se supone que todos los presentes son capaces de entenderse en español roza el supremacismo lingüístico. Y no es muy diferente la argumentación de que ya está el Senado para que sus señorías se quiten el antojo de farfullar en vernáculo. Hay que tener cara para sostener algo así, sobre todo, teniendo presente que costó más de cuatro decenios conseguir que en la cámara alta se levantara el veto al euskera, catalán, gallego y valenciano, y que solo se hizo a título meramente testimonial. Como alguien ha dicho, al Senado, cuya función real ya está bastante en entredicho, se le confiere la categoría de foro folclórico. Hasta ahí llega la plurinacionalidad que podemos esperar.

- Puesto que parece difícil quebrar el uniformismo de los cuatro bastiones del monolingüismo obligatorio, se diría que no queda otra que avanzar por la vía de los hechos. El pasado martes fue un buen ejemplo. Los portavoces de PNV, EH Bildu, ERC, Esquerra, BNG y Compromís desafiaron la norma y utilizaron en la tribuna el euskera, el catalán, el gallego y el valenciano. Buscaban, y en casi todos los casos consiguieron, que el vicepresidente del Congreso, el ¡socialista! Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, los llamara al orden o les retirara la palabra. En mi humilde opinión, la reivindicación no debería quedarse en flor de un día. Animo a repetir la pacífica protesta hasta conseguir el objetivo. l