Su último trabajo hasta ahora es el documental 'Ion, pasión y rebeldía', dedicado al actor Ion Gabella, muerto en 2002. Tenía una deuda pendiente con él.

—Ion murió joven en un trágico accidente de moto y hemos querido recuperar su figura y darla a conocer entre las nuevas generaciones. Ion Gabella fue un gran actor y un gran compañero de profesión. Merece ser recordado como tal.

¿Cómo definiría a las actrices y los actores de la generación de Ion?

—Son muy parecidos a los de esta época. Cuando eliges la profesión de actriz o de actor, tienes que ser muy valiente, muy atrevido y muy inconsciente.

¿Hay relevo en la escena vasca?

—Sin duda. Ahora hay una generación de actrices y actores muy buena. Muy preparados. Cantan, bailan, hablan idiomas... Hay un nivel muy alto en la escena vasca actual.

Escribir, dirigir, interpretar... ¿Con qué se queda?

—Las tres son maravillosas. Escribir, crear, inventarte una historia es lo que más me gusta. Y luego, dirigir e interpretar, en ese orden.

¿Prefiere implicarse en trabajos con mensaje ideológico?

—Sí. Aunque no lo parezca, todas los obras de teatro tienen ideología y yo prefiero que sean críticas con los poderosos.

¿Obras pequeñas con un grupo de amigos o grandes producciones?

—Obras pequeñas he hecho muchas y estoy loco por hacer una producción con presupuesto generoso. Que todo el equipo pueda cobrar lo justo y necesario por su trabajo. Debe de ser una maravilla y me gustaría probarlo.

¿En qué ha cambiado la escena vasca desde que usted empezó?

—Algo, pero no mucho. Quizás hemos ido a peor. La precariedad laboral es parecida y ahora hay mucha más autocensura que antes. En estos tiempos se apuesta por elencos más mediáticos.

¿Quiénes van hoy al teatro en Euskadi y a ver qué productos?

—Público mayor de 50 años, mayoritariamente femenino y a ver obras más comerciales.

¿Hay alguna forma de llevar a un público más joven y a otro tipo de propuestas no tan comerciales?

—Al público joven se le atrae al teatro con propuestas acordes con su edad y sus problemas. Usando un lenguaje que ellos entiendan, tocando temas que les interesen y alejándose de la idea del teatro como algo aburrido. Hay campañas para el público infantil, para el público adulto, pero los adolescentes están olvidados y abandonados. Las instituciones deberían apoyar y fomentar más el teatro entre los jóvenes.

¿Qué se le pasa por la cabeza al ver una sala casi vacía?

—Tristeza y rabia. Todo trabajo artístico necesita del publico.

¿Y cuando está llena y no cesan los aplausos?

—Mucho placer y orgullo por mi profesión.

¿La tele y las plataformas son competencia, complemento...?

—Son un salvavidas. Sin ellas la mayoría de la profesión estaría en el paro. Solo del teatro es muy difícil vivir dignamente.

¿Se arrepiente alguna vez de haber optado por la farándula?

—Sí, muchas veces. Pero se me pasa enseguida.

¿Con qué está ahora?

—Proyectos varios, sin concretar. Básicamente, estoy esperando a que suene el teléfono con alguna propuesta interesante. l